Llevo un par de días dándome ánimos para escribir la entrada de cierre del año ―haciendo gala del apodo «la clamores», que me puso mi amigo Carlos―, como hice el año pasado, que por cierto podría suscribir íntegramente en lo personal. Pero la verdad es que me ha costado reunir fuerzas para hacerlo. No entraré en lo que ha sido este año en general para todos, en esta España marchita; ya me despaché con «Un poquito de demagogia, por favor». Me centraré en lo propio, que es lo que toca. El inicio...

Las cosas no suelen ser como las vemos. Tendemos a movernos en círculos en los que se habla de determinados temas, se tienen enfoques comunes y participan o destacan siempre las mismas personas. Eso da la sensación equivocada de que «el mundo» se reduce a eso, y algunos terminan creyendo que son el ombligo de ese mundo. O incluso asumen que lo que ahí se dice y se habla es la opinión de todos, dentro y fuera del círculo. El caso más claro es el de los políticos, pero no...

Veo venir la Navidad como el que ve descarrilar un tren derecho hacia su posición. No sé cómo quitarme de en medio para que no me arrolle, y aunque es un sentimiento que me acompaña desde hace unos años, tal vez este esté siendo el que más lo acuso. Y es que las luces y el bullicio de estas fechas chirrían con tanta miseria y tanto despropósito como se está padeciendo, situaciones personales al margen. Da la sensación de que el mundo, o al menos nuestro país y los que lo...

Hace un tiempo se armó cierto revuelo por la entrada del blog de un escritor, en el que descalificaba de forma generalizada los libros de autores que se autoeditaban en Amazon. Su crítica la hizo sin siquiera leer las novelas, analizando una muestra considerablemente pequeña para valorar según qué cosas. No sé si puedo considerarme miembro de la Generación Kindle porque publiqué mi novela «El final del ave Fénix» en Amazon tras dos ediciones convencionales en papel, avaladas por dos editoriales, y actualmente publico con Ediciones B, pero en cierta medida...

―Marcos, no podemos retrasarlo más. Mañana tiene que estar confeccionada la lista.Esa era la frase que no paraba de martillearle en la sien desde que saliera del despacho del director general. La lista. «Mandan huevos, ¿y por qué no la hace él?», se repetía irritado.Por mucho que él fuera el director de Recursos Humanos, en opinión de Marcos el impresentable de don Cirilo era el responsable de aquella situación. Y la crisis nacional, y la mundial, y el puto banco que no daba un duro… Las excusas de don Cirilo...

Eran días de merienda obligatoria y carreras por los pasillos. De inocencia y sueños en blanco y negro. Eran días no siempre fáciles, ni felices, pero precisamente aquel grito de guerra que tronaba desde el televisor me obligaba a gritar a pleno pulmón un «bieeeeeeeeeeen» que me devolvía la alegría, porque quien preguntaba «¡¿Cómo están ustedeeeeeeeeees?!» era un hombre de mirada limpia, risueña y bondadosa junto al que nada malo parecía posible que pasara. Los recuerdo en blanco y negro, aunque yo los sentía en colores, y fuera cual fuera...

Llegué a Bibliocafé a la carrera con la intención de reservar sitio para alguna amiga que sabía que llegaría más tarde, pero cual fue mi sorpresa al ver que no quedaba un hueco. El local estaba abarrotado, la gente de pie, Alfonso sacando sillas de dios sabe dónde, y un murmullo de agradable expectación llenándolo todo. El golpe de calor, en el sentido afectuoso del término, fue inmediato. Ambiente acogedor, caras amigas, saludos… Imaginaba que habría gente, la obra sin duda lo merece y Fuensanta Niñirola, su autora, es persona...

Como hacía mucho que no me metía en berenjenales no literarios, me he dicho: este es un buen tema. Y es que llevo días haciéndome cruces de lo ignorante que es la gente (lo siento por aquellos que se den por aludidos) y la bilis que algunos (siempre en genérico, entiéndase en todas sus variantes «alguno/a/os/as») almacenan a consecuencia, muy probablemente, de la envidia y de un puntito (o un muchito) de mezquindad. Don Amancio Ortega, al que no tengo el gusto de conocer pero con quien reconozco que me encantaría...

La prisa hace tiempo que se apoderó de nuestra civilización. Los coches se hicieron más rápidos, aparecieron los fast food, el ritmo cinematográfico se aceleró, si hacemos cola nos ponemos nerviosos y no esperamos ni a que estrenen las películas para verlas. Y la literatura no iba a quedarse al margen de tanta velocidad. Las prisas, el ritmo frenético y también los nuevos hábitos de ocio más intelectualmente pasivos condicionan lo que llega a publicarse hoy en día, y no me refiero solo a que a la propia novela se le exija...

Hoy que se entrega el Premio Planeta, fecha que marcó esta novela, es un buen momento para contar su historia, cómo nació y cómo de su mano emprendí un camino que para mí no tiene marcha atrás; cosas que nunca he contado por escrito, por pudor, por vergüenza ajena, por qué sé yo.Los que han venido a alguna presentación o conferencia mía saben que empecé a escribir tarde. Siempre había sido una gran lectora, pero durante años la vida no me dejó apenas respirar ni plantearme qué me gustaría hacer....