Un poquito de demagogia, por favor

Veo venir la Navidad como el que ve descarrilar un tren derecho hacia su posición. No sé cómo quitarme de en medio para que no me arrolle, y aunque es un sentimiento que me acompaña desde hace unos años, tal vez este esté siendo el que más lo acuso. Y es que las luces y el bullicio de estas fechas chirrían con tanta miseria y tanto despropósito como se está padeciendo, situaciones personales al margen.

Da la sensación de que el mundo, o al menos nuestro país y los que lo gobiernan, se ha vuelto loco. Nada sale como espero, cada nueva ley me borra la esperanza de la cara, y contemplo con estupor cómo lo que muchos agradeceríamos que se hiciera se desprecia con el manido adjetivo de que son medidas demagógicas.

Y he decidido que le voy a pedir a Papá Noel, a los Reyes Magos y hasta a la bruja Avería un poquito de demagogia, para variar.

Estoy harta, como tantos, del despotismo, la chulería y la falta de sensibilidad. Que sí, que hay que recortar, que no podemos estirar más el brazo que la manga y hemos tenido ocho años de vivir en los mundos de yuppie trotando con las Kelly Finder ¿alguien se acuerda?, poniéndonos a tono con el Referendum Bull y regalando bombillas de bajo consumo porque yo lo valgo y estábamos en la Champions League financiera ―hay que joderse―, mientras España se desangraba. Pero, mire usted, señor Rajoy, yo ―y seguro que muchos más― necesito un poquito de demagogia para tragarme tanta rueda de molino como me está obligando a digerir.

He llegado a la conclusión de que ustedes no deben haber leído demasiada historia, porque algo habrían aprendido. Habrían aprendido que a los líderes se les sigue en la batalla cuando se ponen al frente, cuando no se esconden en la retaguardia rodeados de lameculos y oropeles, cuando se meten en el barro y se la juegan, con sensatez y pundonor. Pero aquí no, aquí la casta de intocables huecos de uno y otro partido se esconden en sus bancos, en sus escaños, con sus iPads pagados por todos, sus dietas, sueldos y privilegios, mientras piden al resto que nos apretemos el cinturón o nos hagamos el harakiri directamente. Y metidos en su burbuja todo lo ven normal, y necesario, y justo. Los cojones.

No entiendo que cualquier propuesta tendente a reducir los privilegios de la clase política sea tumbada en el parlamento, cuando se está apretando la cuerda que rodea el cuello de gente necesitada. ¿Demagogia? Bienvenida sea. ¿El chocolate del loro? Como dijo no sé si fue Suarez o Alfonso Guerra en los 80, es que hay que ver el chocolate que puede comer una bandada de loros.

No se pueden mantener las autonomías, ni sus televisiones, ni los delirios de grandeza, ni las ruinosas empresas públicas sobrecargadas de enchufados, mientras se elimina el servicio de teleasistencia, dejan de darse ayudas para la dependencia, se reducen las becas escolares o se incrementa el precio de las medicinas. No se entiende que se hagan leyes para que bancos y partidos políticos se pongan de acuerdo y le sean perdonadas deudas millonarias, cuando se ha estado hasta hace cuatro días embargando a familias sin ningún sitio donde ir. ¿Sería demagógico embargar las sedes de los partidos en lugar de condonarles las deudas? ¿Sí? Genial, necesito un poco de demagogia, para variar.

No se entiende que los equipos de fútbol deban cantidades astronómicas al Estado y no se le exijan, mientras sus jugadores siguen cobrando nóminas millonarias, o que se hagan amnistías fiscales cuando se están reduciendo de los presupuestos los fondos destinados a sanidad y educación. El pueblo necesita pan y circo, pero solo se acuerdan del circo cuando lo fundamental es el pan, y falta pan.

Estoy cansada de ver siempre a los mismos de puesto en puesto, a dedo, desde tiempo inmemorial, incólumes ante la realidad; harta de los miles de asesores innecesarios cuando tenemos funcionarios que deberían ser suficientes para que las instituciones funcionen. Harta de inútiles que no han trabajado en su vida y llevan diez o quince años de coche oficial en coche oficial y tendrán una pensión mucho más lustrosa que la de cualquier mortal por mucho que haya currado, porque ustedes los unos y los otrosse niegan a cambiar el status quo.

Y sobre todo, harta de chorizos intocables con siglas de partido en el dorsal, que se han hecho multimillonarios a expensas de todos, y que nunca pisarán el trullo porque aunque les condenaran, alguien se encargará de indultarles, no sea que se les ensucie el traje o a la larga tengan que hacer bueno lo de hoy por ti mañana por mí.

Sí, señor Rajoy, un poquito de demagogia se agradecería estas Navidades, aunque solo sea para ver qué pasa y que parezca que vamos todos en el mismo barco. Lo mismo hasta me alegraba las Fiestas, porque empiezo a tener ganas de que los mayas tengan razón y nos vayamos todos a tomar por saco, porque esta agonía está siendo demasiado dolorosa, para casi todos.

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