Son los lectores

Cuando empecé a escribir un 6 de septiembre de 2006 nunca imaginé que el 23 de abril significaría para mí algo más que recordar con cariño a mi padre en su onomástica y pensar en comprarme algún libro aprovechando la excusa, porque para eso cualquiera era buena. Escribí para mí, con las tripas y el corazón, sin pensar que lo leería alguien fuera de la familia. Tras el inicio arrollador y catárquico, tras creer que me había vaciado, descubrí en mí la necesidad de seguir escribiendo, de contar historias. De nuevo lo hice para mí, escribiendo lo que me gustaría leer, sintiendo al teclear las emociones que otras lecturas habían despertado en mí. ¿Y si fuera capaz de emocionar a otros con mi texto? ¿Y si lo escrito fuera una novela, un libro como tantos que yo había leído? Sonará extraño, pero al terminar el primer manuscrito lo miré y pensé, ¿será digno de estar en la estantería de una librería? No lo tenía claro. Me costaba creer que había sido capaz de parir un libro. La familia me animó, pero fue quedar entre los finalistas del Planeta lo que me convenció de mi capacidad, de que podía llegar a publicar.

Un año después El final del ave Fénix veía la luz en una edición muy accidentada y muy vendida. Fue una pena que aquella editorial se cruzara en mi camino, porque nada sucedió como esperaba. O tal vez no lo fue, porque cuando firmé había perdido la esperanza de publicar y puede que hubiera desistido, así que, ¿quién sabe? Es posible que aquel desastre me mantuviera en el camino que me ha traído hasta aquí. Porque a pesar de lo sucedido los lectores me hicieron llegar sus impresiones. Luche por la novela con toda mi energía, y tras el primer revés, como si fuera mi personaje, me recompuse y seguí luchando. No lo hice sola, el combustible me lo inocularon los lectores. No podía conocer las ventas dado que la editorial se había dado a la fuga, pero sí sabía que cuatro mil ejemplares esperaban en alguna parte para ser leídos, y pronto me llegaron los primeros mensajes, algunos con el corazón en la mano. Me sorprendió cómo algunos lectores se identificaban con partes de la historia, cómo les había calado. Escribí queriendo provocar reacciones y al parecer lo había conseguido. Cada nuevo mensaje, cada opinión en foros ―entonces estaba en varios con un nick―, cada reseña en un blog ―todas espontáneas porque no conocía a nadie― me aliviaban del dolor de la estafa en que había caído. A esa edición le siguió otra, también con una gestión poco profesional. Me puse a escribir Las guerras de Elena porque sabía que alguno de ellos querría conocer el resto de la historia de los Lamarc, aunque las dificultades  de publicar y los traspiés dados eran un lastre poderoso. El libro no llegaba a las librerías, preguntaba donde se vendía y cuando enviaba a un lector, que preguntaba porque se lo habían recomendado, me comentaba a los pocos días que la librería que le había indicado no conocían la novela ―dramaticé una situación parecida en Cuando fui libro, en Zenda―.

Esas peticiones de desconocidos que deseaban leerme simplemente por el entusiasmo de un amigo o por haberme leído en un blog, me impulsó a subir la novela a Amazon. Ya tenía Las guerras de Elena terminada y me planteé que si no encontraba una editorial seria, la publicaría yo. Había perdido el miedo. No todos los comentarios eran positivos, pero los negativos eran minoría y tras alguno de ellos reconocí a un par de colegas. Conseguí firmar con Ediciones B gracias, de nuevo, a los lectores. Porque fue la editorial quien me buscó a mí al ver la novela en el nº1 de Amazon. Había llegado a 2012 con dos novelas bajo el brazo y una tercera en camino, y cada paso dado se lo debía a quien se había arriesgado a darle una oportunidad a la obra de una desconocida. Ese año fui a Barcelona por Sant Jordi. Ha sido la única vez, y algo diferente a lo esperado porque fue para presentar un libro en edición digital. Lo hice con una buenísima amiga, compañera de fatigas y escritora de éxito indiscutible, Antonia J. Corrales. También coincidí con algún compañero de quien descubrí su cara B, pero fue divertido y aleccionador.

 


En Sant Jordi


En 2014 había terminado la última de la saga, Yo que tanto te quiero. Y si vio la luz, una vez más, fue por la insistencia de los lectores de las anteriores entregas. Pedían conocer el final de la saga. Y por eso se publicó, por todos ellos. El compromiso adquirido, lo que les debo, no podía resolverse de otra forma. Y la publiqué en 2015 a pesar de las dificultades.

Desde entonces las tres siguen su camino, más de diez años después de iniciarlo, sin prisa pero sin pausa, con tranquilidad y poco ruido; he escrito relatos publicados en antologías, un cuento infantil que está en el limbo, y una cuarta novela que no sé cuándo verá la luz. Espero noticias antes de verano y, según sean, veré lo que hago. Pero saldrá, de una u otra forma saldrá, aunque esta vez me da más yuyu lo que opinen mis lectores. Me gustan los retos; mis tres primeras novelas, siendo la historia de una misma familia, son muy distintas en su planteamiento narrativo, en la estructura, en el tono, en el ritmo, en la voz. Pero es que la cuarta es un doble mortal ―no sé si adelante o atrás―, al cambiar de género, de mundo, de estilo… Y saldrá por todos vosotros, los que me habéis leído, los que me habéis apoyado en esta carrera de fondo, menos solitaria al sentiros a mi lado.

Hoy es 23 de abril, y además de recordar mucho a mi padre, que nunca supo que escribiría, es día de fiesta para mí, para lo que hago, es el día en que los libros salen a la calle y se hacen visibles para todos, incluso para quienes no leen. La literatura y los libros son ya una parte fundamental de mi vida, gracias a ellos me siento realizada, hago lo que me gusta, he hecho grandísimos amigos de la mano de los libros, y sueño con, algún día, vivir de ello.
Pero hasta que ese día llegue, solo quiero daros las gracias. Este año no estaré en la Feria, no tengo obra propia que presentar, pero celebro este día de muchas maneras. Primero, con el inicio de un club de lecturas científicas en el ámbito de la salud. Segundo, colaborando en la presentación de una obra deliciosa, Trampantojo, de una autora que estoy convencida de que va a llegar más lejos y de la que ya soy lectora adicta, Marina Lomar. Y tercero, como otros años, poniendo mis libros al alcance de quienes les cuesta más decidirse o les viene cuesta arriba pagar por un libro.

 


 



Ojalá el año que viene siga aquí, con vuestro apoyo, y con una nueva publicación en la calle.
Gracias a todos por darme la mano, por apoyarme, por devolverme la esperanza cuando la pierdo. Feliz #Díadellibro.

Si queréis acceder a la oferta, estos son los enlaces:
El final del ave Fenix en digital, en papel
Las guerras de Elena en digital, en papel
Yo que tanto te quiero en digital, en papel

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