Balance con retraso. Cara y cruz de 2021

Este año es el primero en muchos que no hago balance en mi blog antes de acabar el año, y ha sido por una razón poderosa: todos mis esfuerzos se concentraron en terminar mi última novela. Era una obsesión después de casi tres años muy difíciles. Nunca me había costado tanto terminar una historia. Cierto que es muy compleja, cierto que han pasado muchas cosas, pero no estaba acostumbrada a retomar tantas veces lo escrito y tras alguna puñalada que me afectó mucho he pasado momentos de querer tirar la toalla. Era como si cada vez que tomaba velocidad de crucero el avión entrara en avería y tuviera que aterrizar en el aeropuerto de salida. El destino siempre estaba igual de lejos.

Por eso era necesario dejar aparcadas otras cosas y centrarse en el final. Y lo conseguí. Todavía queda mucho para que la novela esté para enviar a editoriales, pero el trabajo principal ya está, incluidas tres revisiones. La novela surgió de un relato, Despedida, que los que habéis leído Breverías conocéis. No es una historia tan original como El infiltrado, vuelvo al mundo contemporáneo y realista, pero sí que es original la forma de contarla y creo que muchísimos lectores se pueden ver identificados y empatizar con los personajes. Unos personajes, Ernesto, Constanza y Henry, que ya son parte de mí y yo de ellos. He reído, he llorado, he amado, me he enfadado y he aprendido. La escritora Marina Lomar me dice que soy la escritora de las emociones, y puede que sea cierto, porque lo vivo todo mientras lo escribo como si me sucediera a  mí. Da igual que discurra en una aldea fantástica de Centroeuropa, como Arlodia, o entre Madrid, San Sebastián y Catania, como esta nueva novela, yo soy un habitante de ese mundo. ¿Cómo se llama esta quinta novela? El título ha costado mucho decidirlo y, como no sé si será el definitivo, no lo digo. Cuando lo tenga claro lo diré. No ha sido fácil bautizarla.

Comencé la novela con una idea clara: tenía que ser corta, más o menos como El infiltrado, que tiene un número de páginas intermedio. En palabras, que es como más controlo, unas 70 000. Pues, no. La historia creció, y creció, y creció, y llegó a más de 150 000. Con la revisión ha bajado a 145 000 y puede que aún haya posibilidades de reducir, pero, por mucho que limpie, va a ser una novela larga. O dos cortas. La novela se divide en dos partes muy diferentes en todo: contenido, estructura, narración… Y eso facilita que pueda dividirse en dos, aunque mi idea es que sea una. Me encantaría verla pronto publicada, espero que guste, pero me armaré de paciencia porque a mí nunca me llega nada con facilidad y sé que va a tardar. Lo importante es que puse el punto final y lo que pase de aquí en adelante no va a depender de mí, o no solo de mí.

Pero esta entrada iba de hacer balance y se me está yendo de las manos. Las mejores noticias del año han estado relacionadas con El infiltrado. Empezó bien y acabó mejor. A finales del año pasado firmé contrato con la Editorial Sargantana y en el primer trimestre de 2021 se publicó. Ha habido pros y contras. Los contras han sido, primero, una distribución muy localizada en la CCVV, lo que dificulta que la novela «explote», y, dos, que con la pandemia las presentaciones no han tenido el respaldo de otras épocas y la promoción ha habido que hacerla casi cuerpo a cuerpo y, como siempre, sin apenas apoyo mediático. Los pros, que, piano, piano, va ya por la tercera edición gracias al boca-oreja; además, las opiniones y reseñas son estupendas en su mayoría, algunas de escritores a los que admiro y respeto mucho, que no son de hacer loas por compromiso.

     

Y, para rematar el año, la novela se ha comido las uvas con el reconocimiento de un canal literario minoritario, como ellas dicen, pero muy trabajado, fundamentado y con un formato muy original, que cada día tiene más seguidores: el Canal de las Chicas Britt. En la V edición de los premios de su canal consideraron a esta novela como su mejor lectura del año. El destino las puso en mi camino de la forma más inesperada, yo seguía su cuenta en Twitter desde hacía tiempo, pero ellas nunca me habían leído ni habíamos cruzado comentarios. Las circunstancia no fueron las mejores, pero como dice el refrán, Dios escribe derecho en renglones torcidos.

Y es que ese renglón torcido que nos unió ha sido el punto más negro de 2021. A mediados de año descubrí, gracias a una buena amiga a la que apenas puedo ver, algo que me resultó tan desagradable como sorprendente. Como ya lo conté en una entrada aquí en mi blog, quien quiera saber a qué me refiero, que lo lea. A partir de la publicación de esta entrada han pasado muchas cosas de las que llegará el día en que hable, pero no es el momento. En definitiva, que las cosas pasan por las razones más extrañas, y yo he acabado el año con un premio que me ha hecho muy feliz gracias a ese desagradable incidente.

También este año ha crecido la familia Lamarc con una edición en tapa dura que ha gustado mucho, a pesar de que hubo división de opiniones al principio, pero una vez en la mano y vista por quienes la han comprado, les ha encantado. Espero que muchos se animen a regalarlas porque han quedado preciosas, además de ser una lectura que ha enganchado a lectores de todo tipo.

De lo personal sabéis que nunca hablo, pero lo resumiría en preocupaciones, cambios, experiencias bonitas, decepciones, aprendizaje… La vida, como todos.

Para 2022 solo espero salud para quienes me rodean, paz de espíritu para afrontar lo que venga, fortuna para mis novelas, sobre todo para  la nueva, y comenzar la sexta que ya la tengo en mente. Poca cosa…

 

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