La nostalgia necesita espacio

No sé si le pasa a alguien más, que guarda cosas durante años y años ―no me refiero a recuerdos personales― como si algún día aquello fuera a resucitar y tener de nuevo una utilidad, un sentido. Parece que cuesta desprenderse del pasado: ropa antigua, artilugios ―todavía tengo calculadoras de conversión de pesetas a euros―, apuntes de la carrera… La nostalgia requiere espacio y el presente empuja fuerte. Y a veces parece que lanza mensajes.

Recuerdo como si fuera hoy el día en que me despidieron de un trabajo en el que me había dejado la vida para nada. Ese mismo día, conforme bajaba las escaleras con la carta de despido, me esperaba el primer ejemplar de mi primera novela. El editor se había acercado a la fábrica para que fuera la primera en tenerlo. Todo un detalle. Todo un símbolo o un mensaje: este es tu futuro, toma el testigo. La novela se presentó la semana siguiente arropada por muchos de los que fueron mis compañeros.

Esta semana decidí tirar, por fin, toda la documentación del máster en Ingeniería y Gestión de la Calidad que orientó mi carrera profesional hacia un camino que nunca me planteé, pero que me resultó apasionante, fructífero y me dio muchas alegrías, tanto en lo personal como en lo profesional. Fueron años de trabajar 14h diarias, de no dormir en casa, de apenas ver a mis hijas, de aprender y enseñar, de éxitos y proyección. Los primeros siete años, los que dediqué a la consultoría, fueron, a pesar del estrés y de la imposibilidad de conciliar nada ―la palabra ni me sonaba―, increíbles. Entre quienes fueron mis compañeros de trabajo se cuentan algunas de mis mejores amigas hoy en día, personas que se cruzaron en mi camino para quedarse. Los nueve años siguientes fueron duros, aunque también guardo muy buenos recuerdos de personas estupendas. Otras no  tanto. Y todo esto, junto a la posibilidad de volver a ejercer algún día una profesión que me gustaba y en la que creo, modestia aparte, era buena, ha mantenido ese material en mi estantería por si algún día decidía volver y tenía que repasar conceptos, muchos de ellos probablemente obsoletos. Viendo estaos libros, me acuerdo del impresentable que osó escribir en mi perfil de Wikipedia que yo había comprado este título como Cifuentes. Un «amigo» que siempre está al quite para hacer daño.

No ha lugar: el presente empuja fuerte y han sido los libros que espero llegar a leer y los que deseo seguir escribiendo los que finalmente me han forzado a jubilar todas esas carpetas, entre otras muchas cosas. La vida de hoy barre la de ayer y la literatura sustituye a los procedimientos y acciones de mejora, tanto en la vida como en mi entorno.

Me ha dado pena, ha sido el cierre definitivo de una etapa. A mi edad sé que no volveré a ejercer en el ámbito de la asesoría o la dirección de calidad, y confío en que este camino incierto, el de los libros, que ha sacado de la estantería a mi pasado, sea una parte importante de mi futuro.

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