Venganza de Sangre, de Sebastián Roa

Sinopsis

En los días finales del dominio templario, el rey Jaime II de Aragón maniobra en la compleja red de influencias políticas de una Europa convulsa y sacudida por las guerras. La rivalidad con Francia y la casa de Anjou, la presencia de Castilla y las repúblicas italianas, los designios de la Santa Sede, la destrucción de la orden del Temple, el dominio de las islas mediterráneas. Al mismo tiempo, un joven soñador se bate con el mundo y consigo mismo mientras navega entre el afán de venganza y la búsqueda de su propia felicidad.

«Escrita con buen pulso literario y con destreza narrativa, se sostiene en una abundante documentación historiográfica; y, como toda buena novela histórica, sumerge al lector en un pasado reconocible y verídico. Un libro para aprender y para disfrutar». José Luis Corral, historiador y escritor del prólogo.

Llegué Venganza de Sangre empujada por el mayor lector compulsivo de novela histórica que conozco, mi amigo Toni Zarza, un fenómeno que contagia su pasión por la buena literatura a cualquiera que se le acerca ya sea en persona o a través de las teclas. Nos lio a un buen número de aficionados para que leyéramos la novela este verano colándola a otras y nos reuniéramos con el autor en septiembre para comentarla. Y así lo hice, a pesar de que tiendo a dosificarme la novela histórica porque suele ser larga y me reduce la posibilidad de leer todo lo que quiero.

Lo primero que me llamó la atención fue la manera en que está escrita. Siempre he pensado que escribir novela histórica con el lenguaje adecuado, en ese punto de equilibrio que no cae en lo farragoso del arcaísmo y ni en lo chirriante de lo anacrónico, es muy complicado. Y sin embargo, Roa emplea un lenguaje que te traslada inmediatamente a la época haciéndote sentir cómodo, con fluidez, como sí tanto él como uno mismo hablara así todos los días. Es una novela en la que es difícil decidir qué está más conseguido, si la trama o la forma de contarla.

Llevado del hilo de esa voz antigua y cercana, la novela comienza con un capítulo muy contundente ―como diría mi amigo Toni―, una escena dura, de un dramatismo sobrecogedor y sangriento, que te pone el corazón en un puño nada más empezar. En realidad no es una única escena, son varias las que componen ese primer capítulo, y todas ellas forman el origen de esa venganza que marcará a Blasco, el protagonista, obligado a perseguirla durante toda su vida, y que atrapará al lector sin remedio hasta el final de las páginas. Ya en ese primer capítulo, te das cuenta de la coherencia de cada personaje, de sus motivaciones más profundas, de cómo sus actos responden a su condición, siendo tan importante la psicología y perfil interior que se perciben con claridad como los actos terribles que ejecutan.

A partir de ahí se inicia el periplo vital y psicológico del protagonista, Blasco de Exea, que nos transporta con rigor y maestría a la historia oscura de la España medieval, allá por el 1300, con sus intrigas, supersticiones, gestas y códigos de honor. Las aventuras que vive el aragonés te mantienen en guardia a lo largo de todo el texto; el misterio que las promueve y que empieza asomando con discreción, termina apoderándose de la historia y empuja a seguir leyendo, siendo difícil en muchos momentos abandonar la lectura. La ambientación y, en particular, la descripción de las batallas, te sumerge completamente en la realidad de aquella época cruel. Ese viaje personal de Blasco nos traslada en sucesivos viajes desde Aragón a otros puntos de la Corona como Valencia o Barcelona, la ansiada Cerdeña o Escocia. Tal vez el único pero que le pongo a la novela es que en esos traslados y a veces en su preparación decae el ritmo trepidante que caracteriza al resto del texto y cuya lectura me resultó algo más pesada, pero esa sensación puede ser fruto también del contraste con la elevada tensión que mantiene el interés en la mayoría de sus páginas.

Una de las cosas que más me ha gustado es el rigor con el que el autor trata temas manidos y muchas veces desvirtuados, como el origen de la Orden del Temple y todas las leyendas que rodean a los templarios, el poder de las reliquias y la Inquisición. Tuvimos un interesante debate sobre ese tema en la reunión que hicimos, y es curioso como cada lector lo entendió de forma diferente. Y es que el autor plantea tanto la versión propia de la época cargada de supersticiones y espiritualidad, como una mucho más realista y que desmonta esas supercherías, y será el lector el que decida cual de ellas queda en el aire como definitiva.

La mentalidad en lo moral y social que impregna toda la obra es la que podemos intuir o deducir que era la propia de la época, muy distinta a la actual, algo también de agradecer y que hace que el texto sea redondo. Y si bien hay alguna trama o resolución de la misma que según comentaron algunos compañeros no les resultaba verosímil ―concepto subjetivo donde los haya―, para mí si lo fueron aunque estuvieran en el límite de lo plausible, como es el caso de la guerrera. Tal y como yo lo entendí, Roa se toma el trabajo de explicar ―imagino que consciente de que ese era un punto cuestionable― el por qué puede existir en aquel tiempo un personaje como el de Ruy-Catalina-Shayla ―necesario, más bien imprescindible, para la resolución de la trama, y recurre incluso a la propia leyenda de la Varona, de la que tenemos noticia por boca de uno de los personajes, para avalar esa parte de la historia ante los ojos del lector; aunque por supuesto es mi interpretación personal del papel que juega la leyenda en el texto.

Uno de los atractivos de la novela es la construcción y crecimiento del personaje principal, Blasco de Exea, su aprendizaje de la vida, sus contradicciones internas y dudas existenciales, el endurecimiento de su carácter y la claudicación ante lo que parece inevitable. Sus reflexiones son profundas y hacen que pensemos en nuestra propia existencia, aunque en su caso los parámetros que lo mueven sean los propios de otra época. Pero el alma humana sigue siendo la misma.

En definitiva reúne todos los temas clásicos de una novela de aventuras: amores apasionados narrados con fuerza y sin remilgos ―de nuevo, como diría Toni, con contundencia, códigos de honor que obligan a venganzas de sangre, batallas (narradas con precisión de mariscal de campo, tanto desde el punto de vista estratégico como del cuerpo a cuerpo) y un misterio ancestral. Además, puede encuadrarse dentro de la mejor novela histórica, rigurosa y coherente. Incluso las aclaraciones finales del autor sobre las licencias históricas que se ha permitido son imperdibles.

Para terminar, haré una pequeña reflexión. No se entiende, y esto por desgracia pasa a veces, por qué está novela no se ha convertido en un best-seller ―ya sé que es palabra maldita y asociada a veces a la mala literatura, pero no van por ahí los tiros como puede deducirse después de todo lo anterior, porque tiene todos los ingredientes argumentales necesarios para atrapar a cualquier tipo de lector, y la calidad narrativa es indiscutible. No sé si es cuestión de suerte, de dar con una editorial adecuada que sepa explotarla o de que caiga en manos de algún crítico de renombre y le dé el respaldo que merece, pero por desgracia en el mundo editorial pasan estas cosas. Ahora en la cuidada edición de bolsillo de B de Bolsillo (Ediciones B) que acaba de salir, espero que encuentre la difusión y el éxito que se merece.

Yo, desde luego, seguiré la pista de este autor y leeré su nueva novela La loba de Al-ándalus, porque alguien que escribe con la solvencia y maestría de Sebastián Roa es difícil que me defraude ―y un pajarito me ha soplado que la propia editorial está emocionada con la calidad de esta nueva novela.

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