Balance de un año


Esta semana hizo un año desde que subí a KDP (la plataforma de publicación independiente de Amazon) mi novela «El final del ave Fénix» y también hace casi el mismo tiempo que aterricé en Twitter e inicié este blog, porque las tres cosas fueron prácticamente de la mano.


Desde entonces han pasado muchas cosas, he cometido errores, he aprendido mucho también, y he tenido grandes alegrías.
Que el balance es positivo no cabe duda, y lo resumiré en los hitos más importantes:

  • Tras varios cambios de precio y de portada, llegué al número uno en Amazon. Ahí me mantuve durante casi un mes; y en los primeros puestos durante más de 4 meses. No fue fácil ni inmediato, como he contado en las distintas entradas de este blog que hacen referencia a Mi experiencia en Amazon, pero cuando crees en tu trabajo y luchas por lo que deseas, puedes llegar a conseguirlo.


   

  • De ahí surgió el interés de Ediciones B en mis dos novelas: «El final del ave Fénix», que ya había sido publicada en papel con anterioridad, y «Las guerras de Elena», que mi agente les había enviado semanas atrás para valorarla y que, al ser la continuación de la anterior, formaba un todo indivisible. Me encontré con la posibilidad de publicar las dos novelas en papel y firmé. Pronto verá la luz la primera en edición de bolsillo. ¿No es increíble después de 4 años y 4 ediciones?


  • Como si se tratara de cerezas, un milagro trajo otro, y el 23 de abril fui invitada junto con otros cuatro autores de KDP Antonia J. Corrales, Bruno Nievas, Esteban Navarro e Ignacio Carrión, a participar en una mesa redonda convocada por Amazon «Un e-book y una rosa» de la que se hicieron eco muchos medios de comunicación. Era la puesta de largo de la llamada Generación Kindle, nombre con el que les ha dado por llamarnos al grupo de temerarios que nos lanzamos a publicar en KDP y que literariamente no tenemos nada en común, pero que compartimos plataforma de edición, fe en nuestro trabajo y ganas de salir adelante.

  


  • Hasta que firmé con la editorial y perdí el control de los informes, llevaba vendidos miles de ejemplares, algo impensable cuando me lancé a KDP, y los ingresos superaban ya a los obtenidos con las dos ediciones en papel.


  • Con todo lo que había pasado hasta publicar en KDP, pensar en que me leyeran desde otros países era poco menos que irracional. Sin embargo a través de los dominios de Amazon he llegado a lectores de casi todo el planeta. Me he llevado sorpresas como que me dejaran un comentario de 5 estrellas íntegramente en alemán y que los amigos de FB y Twitter tuvieron a bien traducirme o que me enviaran un correo desde Australia felicitándome por el libro.


      

                                       Amazon.com                                Amazon.it                       Amazon.co.uk


Hay otras cosas que  tal vez no son cuantificables o no pueden resumirse en un hito concreto, y esos intangibles también son importantes. Gracias al blog y a las cuentas en las redes sociales poco a poco se me va conociendo, tanto a mí como a mis obras. Buena prueba de ello son las decenas de correos y mensajes privados que recibo cada semana de personas que no conozco pidiéndome consejo, felicitándome por las novelas o incluso solicitando que les lea y les de mi opinión
―algo que desde aquí aprovecho para aclarar que no hago. Dos anécdotas pueden ilustrar esto que comento.
La primera, que Pedro J. me pidiera por Twitter que intercambiáramos nuestros libros, como así hicimos.
Y la segunda, bastante reciente, que un personaje famoso a quien admiro desde pequeña, un auténtico Twittestar como los llaman en la jerga, me diera la sorpresa de consultarme sobre los pasos a seguir para publicar en KDP (no digo quien es porque la consulta la hizo por privado). Son dos detalles tontos, pero hace un año era impensable cualquiera de ellos.

Gracias a esos intercambios con los lectores he podido saber qué cosas esperan encontrar en mi próxima novela, qué sensaciones les han transmitido las que ya han leído, me han dejado sus opiniones y en definitiva he conseguido tender un hilo invisible con esos seres anónimos que dan vida a lo que escribo. Todos me han aportado algo, a todos he intentado contestar o comentar y a todos estoy agradecida, incluso a los que no fueron positivos (pocos, por fortuna) pero mostraron espíritu constructivo. Algunos expertos recomiendan mantener las distancias, rodearte de un halo de inaccesibilidad y misterio que te equipare a los autores consagrados. Cuántas veces me han dicho: «¿a que no ves a menganito (póngase el nombre del autor preferido) contestando personalmente a esos correos o respondiendo en foros?», pero lo he hecho y lo haré mientras pueda manejar esa comunicación.

Conseguir ese reconocimiento ha sido (y es) un trabajo a veces árido, a veces gratificante. Ya he relatado en alguna entrada anterior mis disquisiciones sobre la publicidad en las redes sociales, tema que exaspera a muchos cuando el que se publicita es un autor novel, pero que aceptan de buen grado e incluso colaboran con él cuando el «spameador» es un personaje famoso Santiago Segura, Pedro J., Pérez-Reverte, Risto Mejide, Carmen Lomana, Vaquerizo y tantos otros―. Me costó empezar, y al principio lo pasé mal. Es algo que te da un baño de humildad y te obliga a aparcar la vergüenza. Pero el hecho es que los compañeros que están en la cresta de la ola amazónica son en su mayoría los que más (y mejor) se han volcado en esa labor, y yo misma le he dedicado muchos esfuerzos a lo largo de este año que dieron magníficos frutos. Este verano, por distintas razones, dejé de promocionar y creo que a pesar del apoyo de los amigos escritores que lo han hecho por mí y a los que estoy muy agradecida, esa dejadez mía se ha notado en las listas, porque a estas alturas lo que tengo claro es que las novelas están gustando mucho a la mayoría de los lectores. Ahora estoy metida en una montaña rusa en la que lo mismo estoy en el 1.527 que a la hora siguiente me planto en el 112 (y son datos reales). No sé a qué obedecen, pero esas subidas y bajadas vertiginosas son constantes, sin mediar ninguna acción promocional.

Unido a lo anterior, otra de las cosas que puede resultar agotadora pero que por fortuna superé pronto es el control de los informes. Con los informes de ventas de KDP sabes cada hora como va la cosa. Tienes que controlarte y autorregularte para no estar constantemente mirando cómo vas y puede llegar a vampirizarte y convertirse en obsesión. He visto a más de un compañero en estado de desesperación por algún fallo del sistema que no permitía ver los resultados o daba error, y que no paran de hablar de lo que venden y preguntar como van los demás. Ese es uno de los riesgos del KDP, obsesionarse. En cierta forma es un alivio dejar de tenerlo accesible, ya que al firmar en abril con Ediciones B desapareció la tentación de saber cada día cómo iba, aunque la perspectiva de no tener  información hasta el cierre del año tampoco es lo ideal. Ni tanto ni tan calvo que se le veían los sesos, que decía aquel, pero así es como funciona el sector editorial.

Si tuviese que señalar algo negativo de este periodo tal vez sea algunas de las peleas que he presenciado entre compañeros ―en alguna incluso he participado, y no debería, razón por la cual abandoné algún grupo, y constatar en carne propia como hay quien es capaz de cualquier cosa para perjudicarte. No es agradable que te ofendan en público, ni tener que denunciar por escrito por injurias y difamación, y es una de las cosas que me ha dejado este año amazónico, pero eso ya está en proceso de solución.

En definitiva, un balance muy positivo con alguna motita de polvo que espero se limpie pronto, y que culminará el 14 de noviembre cuando como fruto de todo lo conseguido en este año se publique la edición de bolsillo de «El final del ave Fénix», a la espera de que en 2013 salga «Las guerras de Elena».


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