Ya lo dijo don Benito (Pérez Galdós)

Es curioso lo que da de sí el tema de las reseñas y la crítica literaria, su honestidad, los intereses que esconde o el miedo a opinar. Eso da una idea de su papel sobre la opinión pública, porque si no fueran un referente no se les daría tanta importancia. O tal vez es que los escritores tenemos el ego muy frágil y tememos más a una mala crítica que a un editor en fuga. Pero el caso es que no hay blog o incluso periódico de sesuda trayectoria que no haya hablado de ello. Yo misma le he dedicado dos entradas al tema, una hablando específicamente de los Jack el destripador en el ámbito reseñil Lectores «destroyer» y una más reciente encuadrada dentro de esas Leyendas urbano-literarias que he ido desgranando (LUL-5: Las opiniones negativas son las únicas reales).

Por eso mismo, porque mi opinión sobre el tema ya está dicha, y porque he encontrado una mucho más solvente que la mía y que me ha gustado, me limitaré a reproducir esas palabras, por sabias, por atemporales y por instructivas.

Están sacadas del Prólogo de La Regenta, novela en la que ando enfrascada en estos momentos para compensar otras lecturas. Son párrafos sueltos, no lo he transcrito todo por no hacerlo largo. Y aunque debe leerse en su contexto, ya que esto se escribió en 1901, es evidente hay cosas que no cambian.

«El estado presente de nuestra cultura, incierto y un tanto enfermizo, con desalientos y suspicacias de enfermo de aprensión, nos impone la crítica afirmativa, consistente en hablar de lo que creemos bueno, guardándonos el juicio desfavorable de los errores, desaciertos y tonterías. Se ha ejercido tanto la crítica negativa en todos los órdenes, que por ella quizás hemos llegado a la insana costumbre de creernos un pueblo de estériles, absolutamente inepto para todo. Tanta crítica pesimista, tan porfiado regateo, y en muchos casos negación de las cualidades de nuestros contemporáneos, nos han traído a un estado de temblor y ansiedad continuos; nadie se atreve a dar un paso, por miedo de caerse.

Convendría, pues, que los censores displicentes se callarán por algún tiempo, dejando que alzasen la voz los que repartan el oxígeno, la alegría, la admiración, los que alientan todo esfuerzo útil, toda iniciativa fecunda, toda idea feliz, todo acierto artístico, o de cualquier orden que sea.

Por desgracia nuestra, para que la obra poética o narrativa alcance una longevidad siquiera decorosa no basta que en sí tenga condiciones de salud y robustez; se necesita que a su buena complexión se una la perseverancia de autores o editores para no dejarla languidecer en obscuro rincón; que estos la saquen, la ventilen, la presenten, arriesgándose a luchar en cada nueva salida con la indiferencia de un público, no tan malo por escaso como por distraído. El público responde siempre y cuando se le sale al encuentro con la paciencia y tranquilidad necesarias para esperar a las muchedumbres, estas llegan, pasan y recogen lo que se les da.

No serían tan penosos los plantones aguardando el paso del público, si la Prensa diera calor y verdadera vitalidad circulante a las cosas literarias, en vez de limitarse a conceder a las obras un aprecio compasivo, y a prodigar sin ton ni son a los autores adjetivos de estampilla.»

Benito Pérez Galdós, 1901 (Del Prólogo de La Regenta de Leopoldo Alas Clarín)

Es curioso como en unos pocos párrafos, mi admirado don Benito ha retratado la situación del mundo literario actual, al parecer muy parecida a la de hace cien años. ¿Quién dijo que no hay mal que cien años dure?
Un saludo a todos.


No hay comentarios

Escribe un comentario