De actores y escritores

Siempre me pasa igual, las semanas me vuelan y al final subo la entrada del blog los viernes o el fin de semana que son los peores días. Pero es que me faltan horas, palabrita.

Leyendo a mi amiga y admirada escritora Antonia J. Corrales, y las espectaculares reseñas que ha cosechado con «En un rincón del alma», pensé que no se me había ocurrido contar cuantas había tenido yo con «El final del ave Fénix», y lo he hecho. Hasta la fecha llevo casi 35 reseñas de la novela, que yo tenga noticia, y la verdad es que todas han sido francamente buenas. No sé si son muchas o pocas, sobre todo teniendo en cuenta que la novela lleva cuatro años ―se dice pronto― aguantando en las librerías. Imagino que si hubiera seguido la suerte de tantas obras de autores noveles que, pasados los tres o cuatro primeros meses desde su lanzamiento, ven como desaparecen de la venta sin demasiadas explicaciones ni tiempo para madurar, no habría cosechado ese número. Pero soy cabezota para algunas cosas aquí una muestra, o perseverante que queda mejor, y me empeñé en que la novela sobreviviera a la quema natural del proceso editorial.

La cuestión es que la novela se ha mantenido viva gracias a los lectores, y se ha extendido por toda la geografía española con una marcha lenta pero segura, de blog en blog, de foro en foro, sin hacer mucho ruido pero calando en el público lector. Me he encontrado pocos a los que no les haya gustado, pero por supuesto también los hay, no se puede agradar a todo el mundo y en Amazon me han dejado algunas opiniones poco favorables, incluso una injuriosa, pero minoritarias.

Y todo eso sin una subvención, sin una ayuda ―me estoy acordando de los del gremio cinematográfico―, y sin una mención en ninguna de las revistas, publicaciones o programas de ámbito nacional. Ni siquiera envié la novela a esos blogs ni pedí que la reseñaran, por lo que les estoy muy, muy agradecida de que lo hayan hecho.

Los autores noveles que no van respaldados por campañas de promoción de grandes editoriales, y mucho menos aquellos que van por libre, no existen para los profesionales de la crítica literaria. Pero quizá sea para bien, como reza el proverbio chino, porque si uno de los medios de renombre se hace eco de la novela y no le gusta, lo mismo acaba con tu no empezada carrera. En lo que a mí se refiere, tan solo hace unas semanas aparecí en el apartado de recomendaciones de la revista Qué leer, una sorpresa que hizo que el corazón me diera un vuelco. Igual que cuando una lectora me avisó de que Marta Rivera de la Cruz, a la que admiro profundamente, me había recomendado en «La linterna» de La Cope. Pero ya está.

No me quejo, en el ámbito local muchas pequeñas emisoras de radio o televisión me han apoyado, y como digo la novela ha aguantado mucho y ahí sigue, todo un logro teniendo en cuenta la barbaridad de títulos nacionales y extranjeros que se editan cada año en nuestro país. Se quejan los compañeros del cine de la competencia de los americanos. En el mundo literario nos partimos la cara con autores de todo el orbe ¡y de todas las épocas! Desde Homero hasta L.D James. Sé que no son comparables las dos industrias, por los costes e inversión que cada una implica, pero tampoco lo son los ingresos que generan. Me pregunto por qué una tiene apoyo institucional y otra no. ¿Necesita dinero público Almodóvar para hacer sus películas? ¿O Amenabar? ¿O Trueba? ¿No son sus películas taquilleras? ¿Qué opinaría el gran público de que don José Manuel Lara pidiera subvenciones? ¿O Carlos Ruiz Zafón? ¿O Pérez Reverte?

Y les dan una oportunidad de oro para empujarnos a todos a no pensar en el puñetero IVA del 21{19d92153dfb98e74191b8f903c3be878fdc326dc3ae1df978264d2f2feca73e2}, que Wert tenga en su gloria y que no tiene ni pies ni cabeza ―dudo mucho que la subida haya compensado el descenso de gasto doméstico en unas partidas que son completamente prescindibles―, y en vez de eso se dedican a hacer política. La Gala ―si es que puede llamársele así― de los Premios Goya ha tenido muchas lecturas, tanto de sus partidarios como de sus detractores. Confieso que el humor o más bien el estilo de interpretación de monólogos de Eva Hache no me va, no le cojo el punto. No sé si eso influyó en la forma de asimilar la supuesta gala, pero la verdad, esperaba ver un espectáculo ensalzando el cine español, que está viviendo, creo, una época dorada con producciones de gran calidad; un acto que empujara a los telespectadores a visitar las salas de proyección y dejarse los cuartos, y en lugar de eso me encontré con un mitin en toda regla contra el actual Gobierno y a mucha gente privilegiada quejándose mucho.

Entiendo que en un show propio, financiado con fondos propios, y con espectadores que pagan por ir a escuchar gags políticos, se hagan todo tipo de chistes alusivos a los casos de corrupción, que por desgracia dan para varias películas, sainetes y esperpentos. Pero en una Gala pagada con fondos públicos, y en la que los espectadores esperan ver una entrega de premios lucida, entretenida y, a ser posible, conocer un poco más las películas premiadas que uno no ha conseguido ver todavía, todos esos mítines a mí me sobran. Y no porque lleven o no llevan razón, sino porque no es el momento ni el lugar, salvo el discurso del presidente de la Academia del Cine que como tal es el portavoz adecuado para criticar, pedir o agradecer según le parezca, y con toda la acritud que crea oportuno, las políticas relativas al cine. Y punto.

Y es que hay cosas que se han comentado mucho, pero no es para menos. Chirría ver y escuchar a actores enfundados en carísimos modelos y luciendo joyas de firma, aunque sean prestadas, hablar de pobreza y desahucios. Chirría que los mismos que anuncian hipotecas cobrando de acuerdo a su caché, que no debe ser pequeño, le dediquen el premio a los desahuciados por esas mismas hipotecas que a lo mejor alguno contrató confiando en la imagen de la actriz en cuestión, ahora compungida y cabizbaja. Chirría que hablen de los muchísimos ingresos que han tenido como industria y a la vez pidan subvenciones. Chirría que se esté pidiendo dinero para el cine a la vez que se lamentan los recortes en sanidad. La verdad, puestos a recortar, el cine es menos necesario que la sanidad y es un negocio que en otros países resulta muy lucrativo sin tener ayudas. La corrupción es menos necesaria que cualquiera de ellas, evidentemente, pero si hay que repartir el presupuesto, mejor empezar por lo de primera necesidad. Al final me quedé con la sensación de que la Gala en cuestión le hizo un flaco favor al cine español, y fue un gasto evitable; para hacer política hay otros foros, otros lugares, y en ese todo suena a interpretación.

En el mundo de las letras no hay este tipo de Galas públicas. Sí algún premio honorífico, como el Cervantes o el Nacional de Narrativa ―también politizados, unas veces por los que los otorgan, y otras por los que los reciben y rechazan―, y muchos premios comerciales en los que los editores hacen con su dinero lo que les parece, pero nada similar. No sé qué pasaría si se crearan los premios Galdós, y se eligiera la mejor novela por género, el mejor personaje masculino, el mejor personaje femenino ―cuyo premio recaería en el autor, claro está―, la mejor portada, la mejor ambientación… Y así con todo. Lo mismo también se aceptaba la estatuilla  protestando por la subida de la luz y la falta de subvenciones, que todos somos muy dados a quejarnos y criticar.

En el mundo literario tampoco hay subvenciones millonarias, tan solo algunas ayudas autonómicas y no en todas las Comunidades, bastante pírricas, aderezadas con algún premio de escasa promoción. Pero tampoco las creo necesarias, a pesar de que si la piratería comenzó dándole fuerte al cine, más daño le está haciendo al mundo editorial, junto a los efectos directos de la crisis. Sería mucho más productivo enseñar desde pequeños valores  de respeto a la labor creativa y de fomento de la lectura, que subvencionar libros con criterios que corren el riesgo de no ser los más justos. Pero me temo que en el mundo literario, no tendremos ni lo uno, ni lo otro, y la mayoría tendremos que seguir currándonoslo solos, con la ayuda silenciosa de tanto bloguer generoso.
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Un lector indiscreto
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