Una nueva Amazon-a

Pues sí, me he lanzado: por fin mi novela «El final del ave Fénix»  está disponible en libro digital en Amazon,  el portal más conocido del mundo para estos menesteres, y me siento como una exploradora perdida en la inmensidad de la selva amazónica, pero convencida de que encontraré tierras maravillosas adentrándome  en la espesura.

No sé si es tarde o pronto para haberme decidido y algunos se preguntarán por qué doy este paso cuando mi novela sigue en el ruedo literario. En general, los  lectores  no conocen una triste realidad del mundo de los libros, aunque son los primeros afectados. Cuando un autor consigue publicar –algo milagroso hoy en día si no tienes ya un nombre hecho y reconocido o eres un personaje famoso-, lejos de haber  llegado  a la meta comienza un penoso camino. Contaba ayer Santiago Posteguillo en la magnífica presentación de su última obra en Valencia, cómo una periodista que antes trabajó en una gran librería le había explicado el funcionamiento  de un programa informático de detección de libros sin movimientos en los últimos tres meses, y cómo son retirados inmediatamente por un empleado cuya función es esa, quitarlos de circulación. No se aplican criterios de estacionalidad,  o de relevancia de la obra  como fondo indispensable en una librería y mucho menos se tiene en cuenta que en el caso de editoriales pequeñas, sin promoción ni sitios preferentes en las mesas de novedades, el periodo de maduración del «producto»  (me duele llamarlo así,  pero a fin de cuentas es un producto), es mucho más largo y lento. Aplicando ese aséptico programa, los libros de clásicos como Cervantes, cuyas ventas pueden estar supeditadas al inicio del curso académico o a  efemérides, acabarán arrumbados  en un cajón camino de dios sabe dónde, junto a los títulos de autores noveles publicados fuera de las grandes editoriales y que dependen del lento boca a boca para despegar. Y hablo del boca a boca de verdad,  el que va de un lector a otro, y  no esos «boca a boca» publicitarios y ficticios que sirven para arropar obras con campañas de marketing inmensas detrás y que son las que empujan de verdad las ventas y aceleran la difusión.
Si he contado todo esto, es para hacer ver que aunque un libro en teoría haga poco que salió publicado, es muy fácil que ya nadie lo encuentre en una librería  por mucho que se empeñe. Las novedades lo fagocitan todo, y las novedades de  los «grandes» fagocitan a las de los «pequeños». Contra eso es difícil luchar y ahí es donde el libro electrónico entra en juego. En Amazon (o cualquier otra,  pero esta es la que ahora mismo conozco) las novelas no caducan, aunque también  son empujadas al hoyo por la avalancha de nuevos títulos que cada día aparecen. Pero aun así, la obra sigue en su estante virtual y cualquiera que ponga el título  en la red lo podrá encontrar.
Aunque no lo parezca, soy bastante timorata –reflexiva queda mejor, pero para el caso es lo mismo- y me costó mucho tomar esta decisión. Pero veía el ejemplo  de escritoras a las que admiro como Blanca Miosi o Ángeles S. Goyanes, que  no solo han publicado en Amazon y otros portales con éxito, sino que no les ha dolido compartir sus experiencias y conocimientos con el resto de autores a través de sus  blogs, y ellas me dieron la confianza necesaria para dar el paso. Dicen que el mundo literario es ingrato –y no negaré que casos me he encontrado para olvidar-, pero por fortuna siempre ha predominado el compañerismo y la buena onda que dirían  mis amigos del otro lado del Atlántico. Yo intentaré hacer como ellas y muchos otros, ir  contando como avanzo en esta aventura por si a alguien más le sirve de aliciente. No espero resultados revolucionarios, no me engaño y sé que solo  una pequeña parte de la población lectora de habla hispana dispone de Kindle y que en Amazon  yo no soy más que una molécula –ni siquiera una gota- en la inmensidad de títulos disponibles, pero saber que tu obra podrá ser leída  si así lo quieren sin depender de fríos programas informáticos, de la falta de espacio  del librero o de la dejadez de la cadena de distribución, es una sensación que solo por ello ya vale la pena intentarlo. Y encima, a un precio asumible  para cualquiera. (Del tema precio, cuando me aclare un poco más, hablaré en otra entrada).
Así que ahí estoy, armada de paciencia y esperanza, y a vosotros os lo iré contando.



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