Comenzando un nuevo camino

Con el artículo que incluyo más abajo me despedía de mi colaboración de casi cuatro años con el periódico valenciano Las Provincias. En él, además de dar las gracias sinceras tanto a los lectores como al propio periódico por lo mucho que he aprendido y disfrutado en estos años, dejaba claros los motivos para no continuar con ello. Y, por supuesto, los motivos no son ni la pereza ni la falta de ganas de escribir, aunque reconozco que la obligación semanal a veces me pesó y me supuso un esfuerzo que me hizo valorar aún más si cabe el trabajo de aquellos que escriben una columna diaria. Más duro el trabajo de columnista de lo que parece.
A partir de ahora seguiré escribiendo aquí, en mi rincón, bajo el mismo título con el que bauticé a esa columna y con la misma filosofía, aunque tal vez desde una mirada más íntima y personal. Para eso estoy en mi casa. Y también lo haré con una periodicidad mayor, al menos para empezar, y así dedicar más tiempo a avanzar en mi tercera novela.
Confío en que alguien al otro lado comparta lo escrito y lo comente desde el respeto y la educación. Yo no  andaré muy lejos, lo prometo.
(Podéis dejar comentarios pinchando en el título del artículo en la caja de la derecha, arriba)

Artículo de despedida en Las Provincias (ampliado)

Gracias

Tras quedar finalista del Premio Planeta recibí una invitación inesperada para escribir en este periódico y comencé a hacerlo incluso antes de que “El final del ave Fénix”, la novela que me abría esa puerta, se publicara. Era un ofrecimiento en el que no me ponían límites, salvo el número de palabras cuando comencé y el de caracteres más recientemente, que acepté como un reto personal y una fuente de aprendizaje.
Durante casi cuatro años he ocupado este espacio, un lugar al que llegué con tanto entusiasmo como incertidumbre y al que ahora digo adiós por decisión propia después de meditarlo mucho, con la sensación de haber dado y recibido mucho. Parece fácil opinar, pero no lo es. Es como desnudarse, al menos cuando el que opina se mete en el agua hasta el cuello, toma aire, y termina sumergido hasta el cogote por turbias que sean las aguas. Creo que yo lo he hecho, me he mojado y no me arrepiento, aunque por el camino me he ganado etiquetas, sambenitos y algún que otro improperio, que si hubiera cobrado algo por escribirlos diría que lo llevaba incluido en el sueldo. Pero de las críticas no se libra nadie, ni los profesionales ni las amateur como yo. Por suerte he sentido en mayor medida el afecto de mucha gente, conocida y desconocida, que se han interesado por mi obra a raíz de esta columna y que han compartido sus impresiones conmigo cuando me han reconocido en algún lugar.
Me preguntaba Paula Civera, una estudiante de periodismo que me entrevistó para un trabajo de la facultad que realizó sobre mí faceta de columnista, si era consciente de que creaba opinión. Nunca lo pretendí, tan solo intenté aportar mi particular visión de las cosas desde el respeto y la honestidad, y con un puntito de humor. Dudo mucho de la influencia sobre los lectores de las opiniones escritas en los periódicos –será porque les presumo criterio propio-, como dudo de que sirvan de nada los carteles electorales; unos compartirán lo expresado y otros abominarán de ello, porque a fin de cuentas no son más que la opiniones de una persona más, pero dudo que nadie cambie de parecer, ni esa fue mi intención al escribir. Tan solo aporte argumentos al debate general, como en una tertulia de amigos, y que los lectores pasaran un buen rato en nuestra cita semanal. Para mí ha sido un placer y un honor compartir espacio con periodistas a los que admiro y de los que he aprendido mucho, y por ello le agradezco a P. Salazar y a la dirección del periódico la oportunidad que me dieron. También a los lectores por haber estado ahí cada semana; si no fuera así, no habría conservado este espacio en el periódico, tal y como corren los tiempos. Yo seguiré escribiendo y opinando desde mi web o donde el destino me lleve y valoren mi trabajo, y espero que en ese camino volvamos a encontrarnos.

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