¿Top Chef? ¿De verdad?

Me aficioné a los programas de cocina hace años, y han sido cómplices de mis noches de insomnio en pleno proceso creador. Terminaba de escribir con la mente revolucionada y la adrenalina disparada, y el Canal Cocina era mi sedante, mi vuelta a la calma.

Cuando hicieron Master Chef lo seguí, aunque de forma irregular. Apenas veo la televisión y los realities no me gustan. En aquel ya pude observar que se usaba el corta y pega como en un Gran Hermano cualquiera, creando personajes malos, buenos, entrañables y demás elenco necesario para mantener al espectador pegado a la pantalla. La tiranía de los índices de audiencia en un país acostumbrado a ver qué cadena es más bestia lleva a estas cosas. Pero se mantuvieron en un prudente equilibrio entre el espectáculo y la decencia, primando los momentos divertidos, emotivos y culinarios, sin llegar a caer en la mala educación o la bestialidad ―entendido esto como el tratamiento del ser humano como bestias de una granja, a diferencia de otros relities.

Con esa sensación dejada por Master Chef comencé a ver, hará un mes, Top Chef. Algunas amigas me habían comentado que sus hijos lo veían, chavales entre 9 y 13 años que desde Master Chef se habían aficionado a la cocina y, algo estupendo, se habían animado a comer cosas nuevas y valoraban lo que ahora les ponían en la mesa; aunque también alguna de esas mamás se quedara con cara de mico cuando su vástago le pidió que emplatara mejor.

Pero a lo que iba. Con Top Chef no tardé en darme cuenta de que lo de menos era la cocina, a pesar de que sus participantes eran profesionales de los fogones, gente con preparación y un pequeño nombre en ese terreno que aspiraban a mayores glorias, pero con su presente y probablemente su futuro afianzado. Estaba en un reality a lo Gran Hermano, sin más, disfrazado de otra cosa y con el agravante de que los que allí concursan son ejemplo para muchos. Como me incorporé tarde, no conozco bien a los personajes ni qué méritos ha hecho cada uno, fuera de lo culinario, para llegar a lo que vi: la humillación, la burla y el escarnio público, repito, PÚBLICO, ante una audiencia de millones de espectadores, de una de las cocineras por parte de sus compañeros, con una crueldad y una mala educación más propias de los de Sálvame que de aquellos ilustres chefs. Cierto que de nuevo el corta y pega capcioso sacaba lo peor de cada boca, pero para sacarlo debía haberse producido antes. Me pareció feo, indigno, de matones de patio de colegio, rozando el bullying aunque no sean colegiales. El escarnio público es una forma de maltrato, y sus efectos son tremendos.

El siguiente programa, lo reconozco, lo vi más por el morbo de ver si mis impresiones previas habían sido un espejismo, fruto de mi espíritu poco ducho en ese tipo de formato, que por seguir las delicias gastronómicas. La cocina es el atrezzo de este reality social, nada más. Y mi sorpresa fue que se superaron, porque la dirección del programa, muy en la línea que prima en nuestros días, en vez de cortar ese tipo de actitudes poco edificantes le iba a sacar el máximo partido.

¿Se imaginan que en una competición de atletismo de élite los deportistas se empujaran, le pusieran clavos a los compañeros en el camino, o les robaran las zapatillas, y eso fuera promovido por la organización como medio para ganar? Pues algo así es lo que hizo Antena 3. Entiendo que es un concurso televisivo, pero ¿vale todo? Hay una prueba para quienes no lo sigan en la que quien gana obtiene ventaja sobre sus compañeros. Se puede dar ventaja de muchas formas. Se me ocurre: dejándole ser el primero en elegir los ingredientes, o los utensilios, o la técnica a utilizar en el próximo plato de forma que sea la que mejor domine, o la receta. Pero no, el beneficio que se dio fue: primero, establecer el orden de uso de la cocina de cada participante; el último sería el que se lo encontraría peor. Sin ver lo que luego pasó, es una posibilidad más. La segunda «ventaja» consistió en el dudoso privilegio de quitarle un ingrediente de los entregados a dos de sus compañeros. Y encantada de la vida, la ganadora de la ventaja decidió quitarle el aceite de oliva a la compañera de la que venían burlándose todos, dejando claro que iba a darle donde más duele, y un ingrediente inútil a un compañero amigo. ¿De verdad para llegar a Top Chef hay que hacer esas cosas? Además lo dijo con toda claridad, sinceridad no les falta, pero como escribí hace mucho, los talibanes de la sinceridad terminan incurriendo en graves faltas de educación, y lo del programa del miércoles 24 de noviembre fue antológico.

Como dejarla sin el ingrediente principal ―aceite de oliva para guisar un besugo―, no era suficiente para garantizar su salida del concurso, para rematar la faena los compañeros dejaron la mayoría de fuegos encendidos y ocupados con sartenes, alguna con aceite, ya que ella sería la última. Tuvo que ir quitando todo tipo de objetos de en medio para poder trabajar en un camino sembrado de obstáculos ¿Esos son los Top Chef? ¿De verdad?. La concursante «linchada» así es como yo terminé por verlaacabó quemándose con el aceite dejado por otros mientras retiraba sartenes para hacerse sitio, y el tiempo empleado en quitar trastos le impidió abrir los envoltorios del papillote que se vio obligada a hacer al no tener aceite. Por supuesto el besugo se pasó de punto, y claro: perdió. ¡Qué contentos y orgullosos estaban todos! Les faltó abrir champagne. Las bromas, los chistes, las ironías de que le dieran una columnita en alguna revista femenina… Y todo eso con el altavoz de una cadena de televisión potente. Lo siento, me pareció gentuza. Ya sé que así es como ganan muchos de los que llegan arriba, que la vida es dura, pero se suponía que era un talent show, no un hdp show y el mensaje para los niños y jóvenes que veían el programa sin reserva  mental alguna por tratarse de un programa, en teoría, blanco es demoledor.

Para los siguientes programas, ya directamente podrían dar ventaja dando la opción de cortarle un dedo a algún compañero, o atarle el brazo a la espalda, o facilitarle los ingredientes caducados. Aunque el placer no les será el mismo al no estar la, por fin, expulsada. No sé, para ayudar al espíritu deportivo y sano que prima en el programa y dejen patente su categoría culinaria y personal.

Y así lo comentaba en el programa Talento Mediterráneo en el que participo:


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