LUL-4: La autopublicación es pecado (mortal)

Recuerdo mis primeros pasos en este mundillo, cuando intentaba saber cómo podía llegar a ver mi novela en una librería, y me asombro de cómo han cambiado las cosas y a qué velocidad. Por aquel entonces mi ignorancia sobre el funcionamiento de las editoriales era completa, y aterricé en varios foros literarios en pos de los que antes habían seguido el mismo camino, como quien busca el maná. En Bibliotecas Virtuales fue donde más información encontré, en un hilo creado por Elisabeth (nick de Montse de Paz) que se ha convertido en un clásico de la red para buscar información sobre agentes y editoriales. Y si algo dejaban todos claro (entonces) en cualquiera de los foros que frecuenté o con los entendidos que hablé, es que la autopublicación era un suicidio, un estigma para cualquier escritor. Fundamentalmente por tres motivos:


El primero porque era la prueba inequívoca de que tu obra no valía un pimiento, era la prueba del algodón de tu escasa calidad literaria ninguna editorial, ni grande, ni pequeña, ni medio pensionista, se había dignado publicarte; la frase era «si la obra es buena, tarde o temprano verá la luz» y por tanto de cara al público carecería de atractivo.


El segundo, porque las propias editoriales te mirarían mal de cara al futuro, como un rara avis de no fiar que no seguía los cauces establecidos y además, como en el párrafo anterior, con el sello de mediocre en la frente.


Y tercero, porque lo difícil no es publicar, entendiendo como tal tener tu obra impresa en papel aunque tengas que invertir un dinero, sino distribuir, promocionarse, darse a conocer. Y ahí, o te enfundabas el traje de vendedor puerta a puerta, o como individuo al margen de los cauces establecidos lo tenías crudo.


Esto era lo que se palpaba en 2007 que fue cuando, como digo, comencé a caminar con la novela bajo el brazo, aunque algunos visionarios ya entonces veían cual era el futuro.

Todavía queda quien persiste en esa visión, como demostraba un reciente artículo de Juan Manuel de Prada y las declaraciones del director de la Federación de gremios de editores, pero la realidad hoy en día es muy diferente. Gracias a Internet. En estos dos artículos no se hablaba directamente de la calidad literaria, pero sí que en las palabras de ambos se deja entrever ese ligero desprecio hacía lo que se publica por libre en internet.



Para empezar, la audacia de algunos autores con visión y también, creo, con la sensación de que no tenían nada que perder, ha demostrado la falibilidad de las editoriales o sus lectores profesionales para diferenciar el grano de la paja. Manuscritos de noveles que circularon por sin merecer la atención de ninguna editorial al uso o de sus lectores profesionales han resultado ser superventas en Amazon y se encuentran en puestos de privilegio entre los grandes. Ya los he citado en otras entradas de este mismo blog, y muchos ya los conocéis: Armando Rodera, Fernando Trujillo, Enrique Osuna, José Luis Romero, César García Muñoz… Ahora son los lectores los que tienen el poder en su mano y sentencian haciendo clic sin importarles ni mucho ni poco que haya una editorial detrás.


Teniendo en cuenta este punto, se desmantelan los dos grandes estigmas que la autopublicación tenía porque, si han llegado hasta ahí sin editorial, ¿qué más les da cómo los vean?  O lo que en realidad está pasando según ellos mismos cuentan en sus blogs, ahora son ellos los que miran a las editoriales que los buscan con avidez y se preguntan si de verdad las necesitan para algo.


Muy ilustrativo sobre cómo ha cambiado la percepción de la autopublicación, tanto por parte de los lectores como de los propios escritores, es la entrevista o conversación que me pasaron entre  Barry Eisler (conocido escritor estadounidense autor de la serie Rain) y Joe Konrath (autor de novelas de terror) y que podéis leer o descargaros pinchando en el enlace (es larga y está en inglés pero no tiene desperdicio).



Y el tercer mito, el de que para llegar a los lectores tenía que haber una editorial detrás, es más incierto que nunca con internet. Además, algunos autores que sí que publicaron con éxito en editoriales importantes, como Blanca Miosi o Ángeles Goyanes, llegaron a la conclusión cada una por sus propios motivos de que el resultado no era el esperado y que a sus obras se les podía sacar mucho más, y lo están demostrando con sus ventas en la Red. Yo misma he contado muchas veces lo que me ocurrió con la primera editorial y lo difícil que es encontrar el libro con la segunda edición, así que tener la editorial detrás tampoco te garantiza que el libro llegue a las librerías, que tengas apoyo, promoción o que recibas una compensación justa por tu trabajo.


En definitiva, que las cosas han cambiado por completo y cada día son más los autores que eligen esa vía, noveles o no noveles (Sergio G. Ros, Esteban Navarro, Jorge Magano…), con la cabeza bien alta y todas las posibilidades por delante. Hoy en día autopublicar es una opción tan buena o para algunos autores, tal y como les va, incluso mejor que otras, aunque para los consagrados la vía tradicional funcione bien.  Los «Indi» están en alza.


Todo esto no implica que ese camino sea fácil y hay que trabajar mucho, duro y bien. Pero ¿dónde no?

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