La prima Bette, de Honoré de Balzac

Siempre intento alternar la lectura de literatura actual con la de obras clásicas, de esas que han sobrevivido al paso de los años. Muchas veces me pregunto qué autores llegarán a clásicos el día de mañana. El realismo francés  del XIX comencé a leerlo de muy joven y tal vez me marcó a la hora de escribir. Es una literatura en la que se cuentan historias cotidianas pero no exentas de interés, narradas con belleza y claridad. Una literatura en que la trama son sus personajes y las pasiones que los mueven.

La prime Bette es una novela costumbrista en la que se pone de manifiesto y con fina ironía la doble moral de la época de sus contemporáneos y muy especialmente, las habilidades de las mujeres para manejar a los hombres.

Lisbeth, a la que todos llaman prima Bette, es el patito feo de una familia adinerada y bien posicionada en la alta sociedad francesa. Crece a la sombra de su prima, Adeline Hulot, que es todo lo contrario a ella, hermosa, elegante y con una buena dote.  La envidia la van corroyendo desde pequeña y utilizará su inteligencia y la buena fe de su prima Adeline para aprovechar las debilidades de la familia Hulot e intentar arrebatarles todo aquello con lo que ella soñó, ayudada de los encantos  de la señora Marneffe. Pero para que un plan como el de la prima Bette tenga éxito necesita de la colaboración del señor Hulot, que por su debilidad y falta de carácter será el cómplice involuntario de esa venganza.

La ambientación es exquisita y detallada como solo el realismo francés sabe hacer. Gracias a ello tenemos la oportunidad de asistir a las cenas que las cortesanas parisinas daban a sus amantes y amigos, viendo cada detalle como si uno estuviera  allí. Costumbres que hoy nos chocan pero que fueron la forma de vida de una clase en una época.

Los personajes están dibujados con maestría. Todos ellos. Pero destaca la señora Marneffe dotada de un cinismo y encanto difíciles de compaginar. Cada personaje podría decirse que caracteriza una pasión o debilidad humana. Así, madame  Marneffe será la perfidia, la prima Bette el odio nacido de la envidia, el señor Hulot la debilidad, la señora Hulot la resignación y la templanza, la hija del matrimonio la inocencia, el artista enamoradizo sería la conveniencia y así  podríamos seguir con otros personajes.

Alguien me dijo que los hombres no salían muy bien parados en mi novela; en esta salen mucho peor. Y es que la debilidad humana y las pasiones desenfrenadas no tienen edad ni época. Racionalizando parece difícil que un hombre inteligente y culto,  una persona de carácter como el barón Hulot se deje manejar por una mujer hasta buscarse la ruina y la de su familia, y sin embargo es algo que se ha constatado en la literatura desde tiempo inmemorial y que se sigue viendo hoy en día en la prensa  rosa. Podría trazarse una línea entre Nefernefernefer (Sinué, el egipcio), la Marneffe (La prima Bette) y la Vero (El final del ave Fénix); los tres personajes recurren a la misma fuerza  para alcanzar sus objetivos y encuentran por el camino hombres fuertes antes todo excepto ante sus propias pasiones.

La estructura de la novela es muy ágil, en capítulos muy cortos, tal vez la novela esté demasiado compartimentada. Esto a veces juega a favor, y a veces en contra del hilo. El motivo es que se publicó en forma de fascículos incluidos en  un periódico, algo que también hicieron otros autores de la época.

Para mí, un gran libro sobre las pasiones humanas contado de forma maravillosa, si te gusta leer además de vivir aventuras.

 

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