Esos «Me gusta»

Alguna mañana cuando, siguiendo mi rutina habitual, hago mi ronda por las redes sociales, me encuentro con los «Me gusta» de un amigo especial, uno de verdad, de carne y hueso y corazón, uno de esos que sonríes cada vez que algo te lo recuerda y eso, exactamente eso, es lo que me pasa cuando encuentro sus «Me gusta», que sonrío y me siento un poquito más feliz. Es alguien que no está en su mejor momento o al menos en el pasado disfrutó de más facultades físicas. Por eso, ahora, algo tan simple como ese «Me gusta» me dice muchas cosas de él que de otra forma no sabría: que sigue luchando para normalizar su vida, que se anima a usar el ordenador, que está de buen humor, pero sobre todo que, igual que yo no le olvido, él no me olvida. Sin planteármelo siquiera mi mente asimila su estado de ánimo al ver sus ganas de trastear por la red, me da fuerzas y alegría saber que mi amigo, mi Ángel (con permiso de su ángel, que me lo ha dado), sigue ahí, al otro lado, leyendo y compartiendo. Y todo eso por una cosa tan tonta como un «Me gusta».

También echo en falta los «me gusta» de algún otro amigo; y me duele. Sé el tipo de comentario que le hacía gracia, el que le sacaba una sonrisa y un clic porque siempre fue muy socarrón. También me faltan sus entradas en FB, en los últimos tiempos ya eran pocas, a las que yo también me asomaba con un clic. Siempre eran positivas, divertidas, optimistas y muy familiares. Como era él.

Las redes sociales se han convertido en parte de mi vida y no solo para relacionarme con desconocidos con los que he llegado a tener una amistad sincera, sino para tender un hilo invisible pero fuerte con aquellos a los que quiero y no puedo ver todo lo que me gustaría. Cuando entré en Facebook por primera vez, alentada por la incansable Anika Lillo, no entendía muy bien de qué iba eso del Caralibro. Parecía una buena herramienta de promoción, me dijeron algo así como que si no estaba en Facebook no existía. Esa apreciación era exagerada, pero con el tiempo he comprobado la fuerza de la red social y ha tomado peso en un sentido que no esperaba.

Recuerdo que no hace mucho tiempo la buena de Mercedes Gallego ―autora para no perdérsela de novela policiaca― comentaba que no sabía para qué servían los famosos «Me gusta». Le dieron multitud de motivos, los típicos, apoyar, hacer ver que estás de acuerdo, que sigues lo que escribe alguien… Pero yo tengo, además, una razón muy potente para adorar esos «Me gusta» y es saber que tú, a quien veo de tarde en tarde, estás bien. Como no puedo corresponderte ―de momento no escribes en Facebook, aunque todo se andará― te dedico esta entrada para que sepas que no solo los veo, sino que los aprecio, y a mí «me gustan» mucho tus «Me gusta».



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