Vagabundo

Casi todos los días bajo a caminar por el cauce del río. Nueve kilómetros de árboles, flores, y gente variopinta. Y desde hace meses, cada vez que bajaba, veía al mismo hombre. Un tipo de aspecto descuidado pero limpio, tranquilo, con pelo y barba largas tirando a trigueño. Durante meses he pasado a su lado preguntándome quién sería. Qué le habría pasado para llegar a ver pasar la vida sentado en una roca del cauce, inmóvil, sin apenas hablar con nadie. Un día lo vi haciendo algo parecido al ejercicio, paseaba en una zona acotada, de muy poco recorrido, como quien ha estado tiempo encerrado y no se atreve a moverse por espacios más amplios. Una pierna era más perezosa que la otra y parecía no querer seguir el paso, renqueando. Tal vez por eso pase la mayor parte del tiempo sentado a la sombra. Pensaba, al verle, que eso sí que era una vida contemplativa. Lo he visto por la mañana, lo he visto por la tarde, un día detrás de otro, sin hacer nada salvo, una o dos veces, leer no sé si era un periódico u otra cosa. A mí que me cuesta el infinito estar sin hacer cuatro cosas a la vez y que me fuerzo a meditar con pésimos resultados me admira esa capacidad de estar sin hacer nada, sentado en la incomodidad de una roca, como un buda moderno.

Hoy he vuelto al río, a mis paseos, a mi rutina. Y me he sorprendido al comprobar que uno de mis primeros pensamientos ha sido para este hombre que no conozco. Muchos días cuando lo veía pensaba en acercarme y preguntarle si necesita algo, qué hace aquí, quién es. Pero la timidez siempre me ha impedido hacer esas cosas. Y eso que a la vuelta de uno de los paseos vi cómo un joven deportista, tal vez movido por el mismo sentimiento de simpatía irracional y curiosidad que yo, se había acercado a su lado y conversaba tranquilamente aunque no parece español. Ese día me dije que al siguiente me acercaría yo, pero con la misma cobardía seguí hasta acabar el verano.

Como decía, hoy he vuelto al río y ahí sigue mi amigo desconocido, el transeúnte tranquilo que tal vez, como las cigüeñas o Mary Poppins esté esperando a que cambie el viento para mudar su meditación a otras rocas, a otros paseos, a otras gentes. Y el día que desaparezca de la rutina a la que acabo de regresar
me lamentaré de no haber sido capaz de acercarme y conocer su historia.

Feliz de vuelta de vacaciones a todos.


No hay comentarios

Escribe un comentario