27 Oct Premios literarios, ¿catapulta o sepultura?
Un tema vidrioso en este país es el de los premios literarios. Recuerdo cuando terminé mi primera novela y por los comentarios de unos y otros empecé a considerar la posibilidad de publicarla. Sin conocer a nadie en este mundillo se me antojaba un imposible, y como muchos otros autores noveles antes y después que yo, me decidí a enviarla a un premio, el primero que se convocaba en el calendario tras tomar aquella insensata decisión.
Pues de eso quiero hablar, de lo que parecen catapultas literarias y pueden ser sepulturas.
En mi caso, resultó que el primer premio que tenía en el horizonte era ni más ni menos que el Premio Planeta y allá que envié mi manuscrito, con muchísima ilusión, una mínima esperanza, y tanta, tantísima fortuna, que «El final del ave Fénix» resultó ser uno de los diez finalistas de aquel año.
A partir del momento en que la envié empecé a interesarme por otros certámenes y también fui recopilando cada noticia que salía sobre el premio Planeta. Me esperaban muchas sorpresas.
Sabes ―o al menos yo sabía― cuando te presentas, que ganar es imposible. No voy a entrar en si los premios se dan así o asá, que creo que es lo de menos y que para eso hay artículos muy interesantes en otros blogs a raíz de la publicación del libro La guerra de los Planeta, de Rafael Borrás (Ver el blog Patrulla de Salvación, «Los premios Planeta» según Rafael Borrás) (1). Es lo que tiene que ser, porque una editorial es una empresa y no va a jugarse 750.000 euros como adelanto de derechos de autor ―que es lo que suman los dos premios― con dos perfectos desconocidos, a ver si suena la flauta y descubren al nuevo García Márquez. Pero, ¿qué pasa con los finalistas? A fin de cuentas es a lo que puede aspirar ―y rayando en la locura― cualquiera de los que se presenta. ¿Ayuda a publicar? Pues, como he comentado en muchas entrevistas, es un arma de doble filo. Te saca del anonimato, dejas de ser uno más, algunos agentes incluso te contestan a los correos y te empiezan a mirar como a un escritor. Pero se te cierran las puertas de casi todas las editoriales relevantes, que no publicarán a un novel cuyo único mérito destacable ―al menos ese era mi caso― hace referencia a un premio de la competencia; y también se cierran las del propio grupo Planeta que por norma ―no escrita―, no publica a los finalistas (lógico también aunque no entro en detalles por no hacerlo largo). Por la misma razón, los agentes tampoco te aceptan, no ven fácil colocar tu novela y te aconsejan que vuelvas con la próxima, a ver qué tal.
El resultado es que quedas abocado a publicar en una pequeña editorial, aunque teniendo en cuenta que eres un autor novel, eso es lo lógico y natural, algo con lo que muchos, casi todos, se sentirían colmados. Así que en principio quedar finalista es positivo, a pesar de los pesares, siempre que te lo trabajes a conciencia y perseveres. Fácil no lo vas a tener aunque a priori parezca lo contrario. O al menos yo no lo tuve.
Lo mismo ocurre en otros premios de renombre, no nos engañemos. Los mecenas murieron hace muchos siglos y lo que digo del Planeta es aplicable a tantos otros premios que negocian directamente editoriales y agentes.
Muchos pensarán: «hay otros premios más modestos y asequibles». Cierto. Pero, ¿cuántos de ellos tienen una promoción digna de ese nombre? Premios hay miles, con sus correspondientes premiados de los que jamás oirás hablar ni verás un ejemplar en una librería fuera de su propia demarcación, y allí por un tiempo mínimo y en cantidades muy discretas. Algunos premios ni siquiera consiguen una entradilla en el periódico local con la mención de las obras premiadas. El efecto catapulta no se produce, y por el contrario te puedes encontrar con que a cambio de unos euros (por lo general, pocos) se quedan con los derechos de tu libro por los siglos de los siglos y este desaparece de la faz de la tierra antes de que hayas ingresado el dinero en un banco. Es como venderlo para enterrarlo. Y si eres escritor y aspiras a que te lean ―hace poco un amigo en FB comentaba que entonces no eres escritor, pero yo, siento decirlo, sí aspiro a que mi obra llegue a ser leída o no intentaría publicarla―, será un precio muy alto el que estés pagando por una línea en tu currículo literario, una palmadita a tu vanidad y, con suerte, unos euros.
Al menos en novela. Otra cosa son géneros más difíciles como el relato o la poesía, con menos inversión de tiempo y esfuerzo ―el primero― y con pocas posibilidades de publicar ―ambos―, en cuyo caso puede valer la pena correr ese riesgo con tal de verlo impreso y también mejora el currículo.
La conclusión no es que no hay que presentarse a ningún premio. De hecho pueden ser un buen acicate para terminar alguna obra que parece no tener fin y algunos te pueden ayudar a publicar o a crearte un nombre en el mundillo. Pero hay que ser consciente de lo que se espera de ellos para no llevarse chascos y tener claro dónde te metes. Haberlos haylos que merecen la pena, pero hay que leer bien las condiciones ofrecidas a los premiados (tanto como las bases de lo que nos piden), investigar su trayectoria y decidir si eso es lo que a uno le gustaría para su obra y qué es lo que espera de él, en el hipotético y poco probable caso, de llegar a ser uno de los afortunados ganadores o finalistas.
(1) Comentario añadido a posteriori al encontrar ese interesante artículo
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