Por qué no volar con IBERIA (I)

Hace un mes mis hijas volaron a Nueva York para reunirse conmigo. Un viaje que les hacía una ilusión tremenda ya que era la primera vez que viajaban a esta ciudad emblemática. Salieron de Valencia rumbo a Madrid en vuelo de IBERIA para enlazar con el Madrid-Nueva York de la misma compañía. Y, como suele hacerse en estos casos, facturaron directamente a destino.

Siempre se queda un pequeño vacío en el estómago cuando entregas el equipaje en el mostrador de facturación y lo ves desaparecer, pero en el fondo confías en que no te va a tocar la china de que lo pierdan o lo dañen. Eso no va a pasarte a ti, claro que no.

Ya en el avión vieron, para su tranquilidad, el carro de las maletas con las suyas bien asentadas en él. Es la ventaja de estrenar maletas mega cantarinas. Como un par de faros en la oscuridad, así relucían las dos entre el resto de bultos.
¡Mira, ahí están nuestras maletas!
Y siguieron contemplando el proceso mucho más confiadas.

El operario metió otra maletita de cabina. Y otra. Y otra y otra, y una maleta grande… y otras dos de cabina y… Pero ¿cómo? ¿Que el carro da la vuelta y se va a otra parte? No, hombre, no, que quedan muchas maletas ahí. No era posible: el camión con el carrito de las maletas acababa de dar media vuelta, todavía con las suyas en él, además de otras muchas, y partía en dirección desconocida.
¡Que se llevan nuestras maletas!
Al ver cerca a la azafata, se lo comentó.
Tranquila, está todo controlado.

Controlado… En cierta medida sí, como se verá más adelante.

Mis hijas llegaron a Madrid y se dirigieron directamente a la T4S. Había tiempo suficiente para el trasbordo, pero no sobraba. Ellas, igual que vosotros, ya empezaron a temer que sus maletas excursionistas no las acompañaran, y embarcaron hacia Nueva York con ese runrún en el estómago.

Tras muchas horas de vuelo y pasar el control de pasaportes en Nueva York, que es un auténtico suplicio, fueron a la zona de recogida de equipajes donde se confirmaron sus sospechas. Las maletas no habían llegado. Ni las de ellas ni las de otros muchos pasajeros. Si habéis llegado hasta aquí, pensaréis que no son las primeras ni las últimas. A mí me las han perdido un par de veces en mi época viajera. Pero es que hubo mucho más, y son cosas que se deben conocer para tomar decisiones. No siempre es fruto de un error aleatorio.

La primera: ¿por qué no llegaron las maletas? Por algo que descubrimos en el viaje de regreso al cruzar varios testimonios con lo ya sucedido, sumado a lo que nosotros mismos pudimos ver y ahora paso a relatar.

Muchos viajeros, sobre todo españoles, seleccionan IBERIA para largas distancias porque pueden enlazar los vuelos y desentenderse de las maletas en origen. Si vuelas con compañias de grupos distintos sueles tener que recogerlas y volver a facturar. Un rollo. Pues no, no es nada seguro que te lleguen.

Como he relatado más arriba, mis hijas vieron desde la ventanilla del avión en Valencia como sus maletas NO SUBÍAN al avión y el carro se iba en otra dirección. No entendíamos qué había podido pasar, un despiste, pensamos, pero en el viaje de vuelta nos quedó claro. En ese vuelo de vuelta Madrid-Valencia, también operado por Air Nostrum, no éramos los únicos viajeros que miraban con preocupación el carro de las maletas.

Entablamos conversación con estos y nos contaron que tuvieron el mismo problema que mis hijas aunque en fecha distinta: también vieron girar el carro con sus maletas y les llegaron (por suerte) al día siguiente. Las de mis hijas no aparecieron en cuatro días, como explicaré en la siguiente entrada. Qué casualidad, ya eran dos casos de viajeros que veían como sus maletas NO SUBÍAN AL AVIÓN. En vista de lo que comentaban, yo no perdía ojo del famoso carro. Allí estaba el operario lanzando maletas y maletitas. Muchas maletitas. Y todas por delante de los bultos del carro. El avión que realiza ese trayecto es muy pequeño y el espacio de almacenamiento en cabina muy reducido. Muchos viajeros se vieron obligados a entregar la maleta de mano al personal para meterla en bodega, cuando en cualquier otro avión habría ido en el compartimento superior. Yo vi cómo pasaban las maletas de mano por delante de las maletas facturadas y, de vez en cuando, intercalaban alguna de las facturadas mientras esperaban que les acercaran otra de cabina. Ya vais entendiendo lo que pasa ¿verdad?

Cada vez más preocupados por lo que empezábamos a intuir y por la experiencia acumulada, estuvimos pendientes del carro hasta el último minuto. Nos tranquilizó que ya no se veía ningún bulto de los estridentes colores de las familiares maletas; las mías, de un negro tan corriente como cualquier otro, no podíamos asegurar que no siguieran en el carro.

Las que sí estaban eran las de nuestros vecinos de asiento, que las señalaban con el dedo, preocupados. Y, entonces, ocurrió de nuevo lo que cabía prever: cuando quedaban unas trece o catorce maletas por subir al avión alguien le hizo una seña al operario, retiraron la cinta transportadora de subida de equipajes, contaron las que quedaban en el carro y, para desesperación de nuestros vecinos, sus maletas volvieron a alejarse de nuestra aeronave. Tal y como mis hijas habían visto el día que salieron. Tal y como había visto también la pareja con la que hablamos y que contemplaron, horrorizados, como de nuevo sus maletas no subían al avión.

Esta vez, a la llegada, había una persona de contacto esperando en la terminal de equipajes para informar a los que no habían recibido su maleta. Sabía perfectamente que catorce maletas llegarían, con suerte, en otro vuelo. A nosotros esta vez nos llegaron todas, pero a otros muchos, incluidos nuestros vecinos, no.

Es la sistematización de la pérdida o demora de equipajes. Y, si esto es así, es muy fácil que si el vuelo es en tránsito la maleta pierda el enlace. Una faena procedimentada que muestra cómo a Iberia le importa poco o nada la satisfacción del cliente, a quién por supuesto no previenen de esta bonita forma de proceder.

Ellos debrían de saber que en ese modelo de avión no va a entrar todo el equipaje, pero no buscan soluciones. Simplemente dejan las maletas en tierra y ya las mandarán en otro vuelo. Les importa poco; total, no van a hacer ni puñetero caso y la reclamación va a dormir en el limbo. Al menos en nuestro caso así ha sido.

A pesar de la incomodidad de tener que subir y bajar maletas, es mucho más seguro ir en AVE en los trayectos a la capital, porque coger un avión, además de caro, ni siquiera compensa para enlazar con otros vuelos. Al menos mientras no solucionen esta forma de gestionar que me temo sucede con todas las provincias operadas con aviones pequeños.

Pero esto no ha acabado, no, las alegrías de tratar con esta compañía siguieron. Y continúan. Pero ese segundo capítulo lo dejo para el próximo día.

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