Marta Querol, escritora

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Pupilas en la arcilla

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Pupilas en la arcilla


P
or enésima vez barrió de un manotazo el cuenco de arcilla estampándolo contra la pared; su ánimo se desvanecía entre pegotes de tierra y agua. Hacía horas que ya no entraba luz por la ventana y el brillo incierto de la perilla que colgaba del techo convertía su trabajo en una masa grotesca.
Con las manos sucias y el sudor empapando su camisa se alejó unos pasos para enfrentarse a su obra, desesperado. Los ojos muertos de Analía ya no le miraban. No le veían. ¿Por qué? Se preguntó. Eran las mismas pupilas que se dilataban al amarle; las mismas que suplicaban piedad en sus arrebatos; las que se abrieron hasta el horror al sentir la vida escapándose de su cuerpo.
Eran los mismos ojos, pero no la misma mirada.
Sus manos habían recorrido cada recuerdo de aquel cuerpo ahora vacío, modelando en arcilla una realidad inmutable.
La odiaba tanto… la amaba tanto…, quería compartir el resto de sus días con ella, por fin sometida a su voluntad. Ella no volvería a contestarle; ni intentaría resistirse; no podría girarle la cara para dejar de ver su rostro… Pero, a pesar de sus esfuerzos, la oscura figura se empeñaba en no verle. Necesitaba insuflarle el alma que de un tajo le arrebató; Analía no podía seguir desafiando su autoridad.
Y sin embargo, lo hacía. ¿Cuánto tardaría en doblegarla? Las lágrimas se abrieron paso en su cara, recogió el cuenco y lo lleno una vez más

Un microrrelato de Marta Querol
 
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