Mi pequeño poltergeist en Amazon

Si hay dos sitios dónde todos andamos despistados sobre cómo funcionan, uno es Wikipedia (del que ya sé más de lo que me gustaría y espero poder hablar de ello en un futuro próximo) y otro es Amazon y sus algoritmos.

A los lectores que compráis libros en Amazon imagino que estas cosas os dan un poco igual (por cierto, mil gracias por respetar nuestro trabajo y pagar por él), aunque seguro que alguno se fija en las estrellitas, en el número de valoraciones, lee alguna opinión (casi siempre despiertan más curiosidad las malas que las buenas, ya escribí sobre ello en Leyendas urbano-literarias 5) y en algo influye a la hora de comprar un libro que no tenías previsto, que te ha llamado la atención por algo o que te lo han recomendado.

Yo sigo sin entender cómo funciona, pero desde luego pasan cosas muy raras. Al menos a mí. Y de uno de estos fenómenos que ya anticipé en Twitter os voy a hablar.

Como introducción diré que hay autores que tienen opiniones casi a diario y otros a los que les caen con cuentagotas. He leído a algunas compañeras en sus redes sociales lo difícil que se hacía tener valoraciones, ya no digamos opiniones. Yo he ido por temporadas. Hubo una época en que subieron como la espuma. También es cierto que los libros acababan de salir y cuando son novedad es más fácil que se opine. Cuando estaba rebasando las 100 opiniones, de un día para otro desparecieron un montón y me quedé casi en la mitad. Escribí, me quejé, pregunté la causa, me dijeron que eran nuevos criterios, y ahí lo dejé. Desde aquella fecha las valoraciones crecieron a paso de tortuga, pero poco a poco llegaban. Además, pasadas las guerras de cuando se publicó mi primera novela en KDP (Amazon era entonces como una piscina de tiburones), eran mayoritariamente buenas.

Aquel día en que se volatilizaron un número considerable de participaciones, decidí llevar una hojita de Excel (mis estadísticas y yo), para detectar si pasaba alguna cosa rara más. Alguna pasó, como que la suma total que se mostraba, por ejemplo, en El final del ave Fénix tuviera una más de la que se obtenía tras sumar las que aparecían por cada valoración. Para que se entienda, si había 2 de cada (van del 1 al 5, dos de cada sumarían 10), aparecían 11. Así estuvo tiempo, sin cuadrar la suma con el total, pero pasé del tema. También hubo valoraciones buenas que aparecían un día y al siguiente desaparecían. Pero tampoco era llamativo.

Hasta lo que sucedió hace unos días, y es por lo que estoy escribiendo esto: pasó algo realmente sorprendente. La casualidad quiso que llegara a 100 valoraciones en Las guerras de Elena. Y, para mayor ,alegría, Yo, que tanto te quiero acababa de alcanzar 88, que para mí es un número muy especial. Así que, para celebrarlo, hice un cuadrito con la situación de las tres novelas que es este que muestro aquí a la izquierda. Esa era la «foto» del 2 de febrero de 2023. Y yo, tan contenta.

De hecho, para celebrar que había llegado a 100 iba a hacer una rifa de la tercera novela, que creo que no la he sorteado nunca. Pues no me dio tiempo, porque a las pocas horas de hacer públicos esos totales empezaron a aflorar (no se me ocurre otra forma de definirlo) valoraciones en El final del ave Fénix a un ritmo vertiginoso. No fue de golpe, iba poco a poco. De repente miraba y tenía 30 más. Fui subiendo las variaciones casi de forma instantánea. No entendía nada. ¿Qué estaba pasando? Pregunté a otros autores por si a ellos les había pasado algo parecido y era algún error informático. A nadie le había pasado.

Durante 48 horas las valoraciones no dejaron de aumentar, tengo pantallazos de varios de ellos, aunque alguno lo veía desde el teléfono, fuera de casa, y no me daba tiempo a subirlo. Era como si se hubiera vuelto loco el marcador. Algunos ejemplos:

Si llegar a esos 160 había costado tanto, de repente pasó a 347 en 48 horas. Más del doble.

Valoraciones que durante años habían estado ¿retenidas? aparecían a oleadas. Ahí no acabó la sorpresa, porque conforme la primera novela se estabilizaba y las variaciones eran de menor magnitud, comenzaba el mismo poltergeist en Las guerras de Elena. Mi celebración de las 100 valoraciones duró unas horas, porque de nuevo afloraron valoraciones que no se sabe qué había pasado con ellas.

El resultado es que pasé de 160 a 347 en El final del ave Fénix, como se ve en la imagen de arriba, y de 100 a 146 en Las guerras de Elena como se ve en la de aquí abajo, en menos de 24 horas.

¿Qué creo que ha pasado? Que las valoraciones de alguna de las ediciones (pondría la mano en el fuego que las de quienes compraron y valoraron la de Ediciones B) no se sumaron. Aprovecho para explicar algo de lo que se ha hablado muchas veces y no todo el mundo tiene claro. Una cosa es edición y otra reimpresión, aunque el primer término suele usarse para hablar de lo segundo y, con franqueza, creo que tampoco hay que hacer un drama por usar edición en vez de reimpresión. Quien lo lee entiende de qué se está hablando.

Mis novelas, todas ellas, han tenido varias ediciones. Esto es, publicaciones diferentes entre sí, ya sea por el formato o por el cambio de editorial. Por ejemplo, El final del ave Fénix ha tenido todas estas de más reciente a menos:

El final del ave Fénix. Trade.   El final del ave Fénix. Ebook   El final del ave Fénix. Tapa dura.  El final del ave Fénix. Bolsillo. Ediciones B. Agotado.  El final del ave Fénix. Ediciones B. Ebook.

El final del ave Fénix. Ebook. Edición 2011.   El final del ave Fénix. Editorial Aladena. 2010   El final del ave Fénix. Editorial Centurione. Papel. 2008

Reimpresiones es el término correcto para definir que una primera tirada se ha agotado o está en un punto cercano a agotarse (nunca se espera al stock cero) y vuelve a hacerse otra tirada. Pero la forma común de identificar esto es poner un sello en la portada que reza «2ª Edición» o la que sea, porque lo de reimpresión suena menos importante o porque es más largo o porque se ha considerado más comercial. Las publicaciones bajo demanda, como se trabaja en Amazon cuando publicas con KDP, no tienen reimpresiones ya que no hay tiradas como tal y se hacen impresiones de pocos ejemplares que se reponen conforme se venden.

El infiltrado, por ejemplo, ha tenido ambas cosas, cuatro ediciones y tres reimpresiones. La edición publicada con el seudónimo M. S. Quebec en Amazon, en papel (1 edición) y en digital (2),  y la publicada por la editorial Sargantana con mi nombre en papel (3) y en digital (4).

Y de la edición en papel de Sargantana vamos por la 3ª reimpresión, aunque como decía antes, la forma de identificarlo es con el sello de 3ª Edición.

¿Por qué cuento todo esto? Porque teniendo esto en cuenta, creo que el origen del problema ha estado en que, por razones que desconozco, las valoraciones de una de las ediciones de esas novelas no se han incorporado cuando se debía y, puesto que ambas novelas afectadas, El final del ave Fénix y Las guerras de Elena fueron editadas por Ediciones B, entiendo que esas son las que han aparecido de golpe en estos dos días. No puedo saber qué ha provocado esta liberación repentina, pero nunca es tarde si la dicha es buena, dice el refrán, y yo me siento feliz de que tantas personas se hayan tomado la pequeña molestia de valorar mis novelas, incluso a los pocos que lo han hecho de forma  negativa. Señal de que no les dejó indiferente y tengo claro que, haters aparte, no podemos gustar a todo el mundo. A algunos, como escribí en Zenda, es misión imposible (Lectores destroyer).

Gracias de corazón por tanto apoyo, aunque me haya enterado tarde. Seguro que vuestras valoraciones ayudarán a alguien a animarse a leerlas.

2 Comentarios
  • Ruben Alfonso Jr.
    Escrito a las 17:07h, 06 febrero Responder

    Enhorabuena, estoy seguro de que tu obra merece muchas más valoraciones (positivas) de las que Amazon muerta, con o sin fallos de algoritmo.
    Yo, con esa cantidad de valoraciones en cualquiera de mis novelas “saltaría en una pata”
    Un abrazo.

    • Marta Querol
      Escrito a las 18:22h, 06 febrero Responder

      Muchas gracias, Rubén Alfonso. Lo cierto es que yo también salto en una pata. Se me hacía raro, pero acepto las cosas como vienen. Ha sido una sorpresa tremenda. Muchas gracias por tus palabras.

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