Los fantasmas del Retiro

(La semana pasada comentaba sobre autores que publicando buenas obras no llegan a gozar de los privilegios de los que aparecían en la columna de Babelia. Poco a poco iré subiendo al blog las reseñas de los libros que lea, y en particular las de Clásicos y autores cuyos nombres no aparecen con frecuencia en las revistas especializadas o no suenan con la fuerza de los Best Sellers por todos conocidos)

«En 1956, el informativo oficial NO-DO anunció con toda pompa que tres científicos españoles habían investigado la superficie de Marte, descubriendo que en el planeta rojo había agua, vida vegetal y, posiblemente, vida animal en estado rudimentario. Durante ese mismo año, el Observatorio Astronómico de Madrid, viejo caserón situado en el parque del Retiro, se convierte en centro de inusitada actividad tanto científica como política. La intención del régimen de Franco y sus servicios secretos es ir mucho más allá en la espectacularidad de los supuestos descubrimientos marcianos. Planean presentar ante los medios internacionales un hallazgo de dimensiones sobrenaturales, exhibido bajo la autoridad de la razón científica, que justificará y otorgará razón de ser histórica tanto al franquismo como a los regímenes totalitarios derrotados en la segunda guerra mundial.

A partir de estos elementos argumentales, José Vicente Pascual construye un ágil relato que pone en evidencia el sinsentido del imaginario doctrinal en cualquier dictadura, diametralmente opuesto a una realidad cotidiana que es por completo ajena a los delirios del poder. En la trama de esta novela pululan despiadados policías de la Brigada Político Social, espías, agentes dobles, científicos serviles a la propaganda política, y también gentes sencillas cuyas vidas se han visto involucradas en una estrafalaria conspiración que puede resultar grotesca o implacablemente homicida.«

De familia valenciana como su nombre evoca, nació en Madrid, vivió principalmente en Granada y actualmente reside  en Sevilla.
Es un autor prolífico, veterano en lo literario, y muy laureado, habiendo publicado más de 15  novelas entre las que destacan La montaña de Taishán Premio Azorín 1989 – Aguaclara, Alicante, 1990, El capitán de plomo – Premio Café Gijón 1993 – Aguaclara, Alicante, 1994  y Palermo del cuchillo – Premio Alfonso XIII 1995 – Ed. B, Barcelona, 1996 y otras muchas hasta llegar a Los fantasmas del Retiro. También ha escrito relatos, ha hecho adaptaciones teatrales, colabora en  publicaciones periódicas como el La Opinión de Granada, publica el blog El reinado de Witiza o imparte talleres de creación literaria. Con todo esto solo quiero mostrar que nos encontramos con alguien a quien las letras no se le antojan huéspedes, y que domina el medio con solvencia.

Los fantasmas del Retiro sin ser un libro de humor, que no lo es, se ve impregnado de un ambiente y unos personajes ―como muy bien destacó Ariodante Handeliana en su reseña publicada en su blog y en El placer de la lectura― berlanguianos, al que el propio autor cita al final de la novela al describir cómo veía a Adela, uno de los entrañables  personajes que deambulan por sus páginas.

Dice de ella el autor por boca del protagonista de la novela: «Adela no olía a perfumes caros sino a jabón Lagarto y limpiatodo Norit; no vestía ni se comportaba como una fragante heroína escapada de cualquier comedia de George Cukor sino  como la protagonista de una hispánica y genial película de Berlanga»

Nos encontramos en Madrid, 10 de Junio de 1977, primeras elecciones generales en las que una flamante sopa de letras se presentan por primera vez a las urnas. Y es en ese momento de la historia cuando el narrador nos presenta  a nuestro protagonista, don Silvano Cervera:
«Silvano Cervera sabía que los periodistas iban a preguntarle por qué él, procesado y condenado por actividades políticas contrarias al régimen de Franco, comparecía a las elecciones generales en una candidatura de derechas»
O como aclara más adelante de extrema derecha.

A partir de aquí el lector se encuentra con la misma curiosidad que el periodista que le va a entrevistar, y no le queda más remedio que sumergirse en el monólogo que establecerá con su mudo interlocutor. Porque la novela pasa de ser narrada  por un narrador omnisciente que se limita a ponernos en situación, a ser contada por el protagonista de los hechos en un increíble monólogo con un periodista que a ratos llegas a plantearte si seguirá vivo, aunque el hecho de que le vaya dando  a las rosquillas y al whisky te hacen pensar que sí lo está.
Y es la narración de esa evolución desde convicto político a factótum del partido depositario de los restos de la carcunda franquista lo que dará lugar a la historia real de esta novela, la de un joven estudiante de física con ínfulas  de poeta que por estar en el lugar equivocado en el momento equivocado se ve inmerso en un lío de muy padre y señor mío.

Como lo cuenta la sinopsis del libro, lo explicaré yo también. El pobre Silvano jugará un papel relevante en el plan propagandístico que los servicios secretos de Franco han pergeñado para obtener el respeto internacional. Y lo más curioso  es que para ello el autor se basa en un hecho real y que de puro absurdo parece ficción: en una emisión del famoso NO-DO en 1956 se afirmó con toda la pompa blanquinegra de la época que tres científicos españoles, estudiando la superficie  de Marte, habían descubierto «agua, vida vegetal y posiblemente vida animal rudimentaria». Así, con un par. Acababan de nacer los marcianos. Y es que la realidad, como suele decirse, supera la ficción.

En medio de ese esperpéntico plan aterriza el joven Silvano, virgen de cuerpo y mente, para espabilar a marchas forzadas conforme pasan las páginas. Pasará hambre, frío, miedo, perderá todos sus sueños y tendrá que madurar para recuperar  su vida y su futuro, aunque por el camino naufraguen sus ilusiones de poeta.

Con solo dos años de su vida que nos son narrados, el presente 1977 en el que está contando su historia y el año 1956 en que toda su rocambolesca aventura sucede, podemos hacernos una imagen clara de cómo ha crecido Silvano como persona en  todo ese tiempo, a través principalmente de su forma de hablar. Algo que comentaré al final y que es una parte fundamental del atractivo de esta novela.

Como decía, Silvano entrará en el Observatorio para tratar de averiguar en qué consiste el esperpéntico plan y quienes están en el asunto, e informar a los policías que allí lo han colocado. No es el primer pringado que cae en sus  redes y que se queda sin su manuscrito, y precisamente uno de los manuscritos sustraídos se convertirá en elemento decisivo de la historia.

Respecto a los personajes, como en un juego de ordenador de los que están tan de moda, unos trabajarán para que consiga su objetivo, y otros para que no.
Así conoceremos a su primer contacto con el mundo tenebroso de la Brigada Político Social, Ciriaco Gaona, un elemento de cuidado. Uno de esos personajes que lamentas no poder abofetear aunque sabes que nunca lo harías porque ante su presencia  serías tan poquita cosa como lo es Silvano Cervera. Igual que Fabián Dearco, el otro poli de esta historia con el que en contra de la costumbre no juegan al poli bueno, poli malo, sino al poli malo y poli más malo todavía. También tendrá  que lidiar con el Director del Observatorio, con dos científicos alemanes que resultan ser miembros destacados del III Reich, con espías o contra-espías… en fin, lo normal de cualquier joven de su edad y condición.

Pero no todo van a ser desgracias, y el infeliz de Silvano pronto encontrará en el nuevo mundo al que se tiene que trasladar, confinado en los sótanos del Observatorio Astronómico de Madrid, a sus nuevos aliados, a modo de nueva familia. Así  conoceremos a Paquito, el Tarambana, un personaje entrañable al que llegas a ver con nitidez en sus ires y venires de funcionario ducho en eludir lo que él llama «inconvenientes de su empleo». Un hombre que a pesar de una tacañería desmedida,  se convertirá en su segundo padre en el entuerto en que se halla inmerso. Paquito, además, está inspirado en un abuelo del autor, y algunos de los personajes que aparecen con él como Muhammad Al Assar, Jefe de la Guardia Mora de Franco, tuvo  la oportunidad de conocerlos el propio autor.

También conocerá allí a Adela ―una viuda de buen ver que trabaja limpiando el Observatorio―, que le dará a Silvano lo que necesita en ese momento, calor maternal,  calor no tan maternal y protección. Será su tabla de salvamento, su kit de supervivencia. Y Sara y Fernando sus amigos incondicionales, prototipo cada uno de ellos de un español de la época, con todas sus contradicciones. Ella, fiel a la educación  recibida pero rebelándose a su vez contra los convencionalismos que intentan encorsetarla y con inquietudes literarias y culturales. Fernando, representará el joven inconformista, contestatario y romántico que espera hacer la revolución aunque  no sepa muy bien ni cómo ni por qué.

Y por supuesto, el fantasma que dará sentido y unidad a una historia en la que todo el rato te preguntas a donde querrá ir a parar Don Silvano, algo que no descubres hasta que llegas a las últimas páginas, y que da título a la novela ¿o  acaso ese fantasma del título sea el propio Silvano?

Como decía al principio, además de la historia, la trama y sus personajes, el lenguaje juega un papel muy importante en la novela. El del joven Silvano, aprendiz de poeta, inflamado, inocente, tímido, pacato y retórico, con frases que te llenan  de ternura ante el pobre infeliz. Pero cuando el que dirige la conversación es don Silvano, la cosa cambia a un lenguaje pomposo, con un cierto barniz carca en el que se percibe orgullo de clase, superioridad frente a su interlocutor, socarronería  y condescendencia hacia el joven que fue, rescatando palabras, frases y refranes que son difíciles de encontrar hoy en día.

En definitiva una trama divertida, original y bien llevada, unos personajes entrañables y fáciles de dibujar y una narrativa socarrona, inteligente y distinta que hacen que pases un buen rato con cada una de sus páginas.

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