08 Ene Je suis Charlie Hebdo
Qué poco me gusta inaugurar el blog en 2015 con esto, y además parece que escribir hoy sobre lo ocurrido en París en el diario satírico Charlie Hebdo es lo fácil. También es el día menos indicado porque toda la prensa está plagada de artículos sobre este desgraciado asunto. Pero es lo que me pide el cuerpo, para variar, y además he tenido una conversación interesante en casa con la parte más joven de la familia que me ha dado mucho que pensar.
Que esto era algo que podía pasar lo teníamos claro la mayoría. Ahora mismo, por mucho que algunos quieran dulcificarlo, vestirlo de locura o de grano de arena tóxico en un desierto en calma, el fanatismo islamista ―remarco lo de fanatismo más que lo de islamista, pero hoy por hoy ese el fanatismo más peligroso― es la mayor amenaza que tiene Occidente y se envalentona por momentos ante nuestra permisividad acomodada. Lo escribíhace un tiempo, cuando los precursores del Estado Islámico aún no habían empezado a cortar cabezas de periodistas y se limitaban a masacrar a sus propios conciudadanos como si de un capítulo de Juego de Tronos se tratara. Y por amenaza no me refiero al riesgo para las vidas humanas, que también, sino a todo nuestro sistema de valores, a los derechos alcanzados por hombres y mujeres, por minorías, por todos. La mayor amenaza es la involución, la vuelta a la Edad Media y a un feudalismo del horror.
Nunca he sido partidaria del humor ofensivo hacia temas como la religión, minorías, o dramas como el terrorismo o la muerte de alguien, aunque creo que de todo puede reírse uno sin llegar a ofender ―muy subjetivo ese límite, lo sé―, y he visto chistes relacionados con la religión que no me han hecho maldita la gracia, la mayoría de las veces relacionados con la Iglesia Católica, pero también ―con menor frecuencia― referidos al Islam , y simplemente lo he apartado. Otros, en cambio, me han provocado la sonrisa o incluso la carcajada y hasta los he compartido. Esto, que parece una nimiedad, es grande. Es lo bueno de nuestra civilización a la que tan poco valoramos, la única que ha permitido mejorar los derechos del hombre aunque quede camino. Y es lo que intentan aniquilar estos fanáticos. Lo que está en juego es nuestra libertad de elección, de pensamiento, el derecho a escribir o decir o leer lo que nos dé la gana. Y la libertad de no leer y no decir lo que no queremos leer ni decir. En definitiva, la LIBERTAD tal y como la conocemos.
Comentaba al inicio que al hablar con los jóvenes de la casa me he quedado perpleja. El comentario era que esperaban que nadie más creara viñetas relacionadas con Mahoma o el Islam para que no se repitiera otro episodio de terror similar, porque tampoco una viñeta más o menos era tan importante como para jugarse la vida. Pues lo es. Es fundamental. Porque lo de menos es la viñeta. Ese razonamiento infantil y simplista se queda en la superficie y me temo que más de un adulto lo hace. Lo duro es lo que implica. Si nos callamos, no han matado a doce, nos matan a todos; ellos ganan y avanzan y se comen un cacho grande de nuestro terreno y se preparan para comerse el siguiente. ¿Qué será? ¿El derecho a vestir como queramos? ¿A divertirnos como queramos? ¿A profesar la fe que queramos? Prefiero no dar ideas, que por desgracia les sobran. Pero como he leído en un artículo de Juan Soto Ivars en el que coincido solo en parte, nosotros somos más y mejores y no vamos a callar, porque nosotros defendemos justo eso, que otros se expresen, nos guste o no, y que seamos libres de decir si nos gusta o no sin tener por ello represalias. No es poca cosa.
Los humoristas de Charlie Hebdo han dado una lección de valor y coherencia y han demostrado que cada uno puede luchar contra el fanatismo desde su trinchera. Sirva este pequeño escrito para reivindicar lo mismo desde la mía.
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