Generosidad pura

Ayer hicieron en TVE la película y el documental sobre la vida de Vicente Ferrer. Fue bonito de ver, esperanzador, y gratificante, y también me hizo reflexionar.

Nunca imaginé la cantidad de trabas y el miedo que pueden provocar una generosidad sincera y brutal vertida, además, sobre gente muy necesitada. Sabía que la labor de Ferrer había sido ―y es, porque continúa después de su muerte―, meritoria y dura por las condiciones del país, pero también asumí que le habrían dado facilidades para tan hermoso proyecto. Vicente Ferrer se vio acosado y atacado por el pueblo al que intentaba ayudar, por pura desconfianza. Ignoraba que había sido detenido varias veces, bajo acusaciones falsas, y que su trabajo había sido boicoteado por autoridades y terratenientes que intentaron expulsarlo del país. Pero así fue. Y eso no le hizo dar un paso atrás.

Muchas cosas pueden extraerse de su vida, fielmente retratada en esa película interpretada por Imanol Arias, y que a los que no hayan visto les recomiendo (en Televisión a la Carta se pueda ver), y entre ellas, una es lo difícil que es a veces ser generoso. Y no solo en la India.

Terminé el año en plan introspectivo y lo empiezo por el estilo, y en esa línea, la película me hizo reflexionar sobre algo que vengo tiempo observando con pena. Esa reacción antagónica ante la bondad no es algo que afecte solo a grandes hazañas como la suya ―que hasta cierto punto ponía en jaque la escala social y de poder del pueblo hindú, y por tanto tiene cierta lógica que provocara reacciones al cambio―, sino que pasa también con los pequeños detalles cotidianos que muchos hacen por sus semejantes.

Hemos llegado a un punto de egoísmo y desconfianza que muchos, cuando alguien les echa una mano o les hace un favor, dan un paso atrás y especulan sobre oscuras motivaciones. La pregunta tácita inmediata es: «¿Qué pretende conseguir a cambio?». En mi antiguo trabajo eran habitual ese tipo de situaciones; si alguien intentaba ayudar a otro departamento, al instante se buscaba una intención oculta: quitarle el puesto a alguien, ponerse una medalla, una trampa para dejarlos mal… La opción de que se ayudaba para que todo funcionara mejor no cabía en la mentalidad de muchos directores y jefes de departamento. Al final, cooperar se convertía en un peligro para el promotor de la ayuda, en un boomerang peligroso, y cada uno terminaba encerrado en su corralito, por no decir algo más ordinario.

Y sigo viéndolo en muchos ambientes. Gente que busca tres pies al gato de la generosidad, incapaz de aceptar la existencia de personas buenas y generosas, que hacen las cosas porque sí, porque les apetece, porque son felices colaborando para que otros también lo sean, en una suerte de cadena de favores sin retorno ―aunque en la realidad terminen recibiendo lo que dan sin pretenderlo. Yo soy afortunada porque me he encontrado mucha gente así en el camino, y en los últimos años especialmente. Y tuve la suerte de reconocerlas de inmediato y poder así disfrutar de su bondad sin miedo ni prevención alguna, y agradecerlo.

Es una realidad que también hay de los otros, de esos que dan un dedo para tomarse el brazo, y no pierden ocasión en recordar lo poquito que hicieron y exigir contraprestaciones, aunque hayan recibo compensaciones de sobra a sus escasos méritos. Pero también se les ve venir, y además, ¿qué más da? Seguro que no son tan felices como los primeros, porque nunca sacarán tanto como esperan. Suelen ser personas codiciosas, a las que todo les parece poco, y al igual que describí en la entrada sobre la envidia, en su escasez de miras llevan la penitencia.

Estos días están siendo muy especiales para mí, por muchas razones, y si he llegado hasta aquí ―jamás pensé que tendría dos novelas publicadases gracias a personas como las que describo, gente cercana, cariñosa, que me han dado confianza y seguridad, apoyo, que han trabajado literalmente― para mí, a cambio de nada, de compartir mi dicha y mis éxitos si llegan. No son Vicente Ferrer, sus causas son más superficiales y modestas, menos ambiciosas y relevantes, pero tienen en común esa generosidad pura del que da por el gusto de hacerlo, incluso antes de convertirse en buenos amigos, como ahora lo son. Y a ellos les dedico esta entrada de mi blog. No nombraré a nadie por no crear polémica, pero ellos, y sobre todo ellas, saben quiénes son.


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