22 Mar Esplendor y miseria de las cortesanas, de Honoré de Balzac
Como ya aventuré en su día, voy trayendo reseñas sobre mis lecturas aunque sean de hace tiempo, y me decanto por los clásicos en desuso y los libros de autores menos conocidos ―algunos de ellos amigos, sí, por supuesto, pero cuyas obras me han dejado huella o no aparecerían en estas páginas―. También leo superventas, como casi todo el mundo, de hecho he terminado de leer «Juego de Tronos» I de George R. R. Martin ―que me ha gustado mucho― y estoy con «La sombra del viento» de Ruiz Zafón que aún no lo había leído, pero que nadie espere la reseña de estos títulos por aquí porque a esas novelas no les hace ninguna falta y, aunque parezca mentira, en los tiempos lectores que corren los clásicos pasan momentos difíciles a pesar de estar muchos de ellos gratis en internet. La novela que comento hoy es una de las muchas que componen «La Comedia Humana» de la que ya traje hace algún tiempo otro título, «La prime Bette».
Cada vez me convenzo más de que Balzac habría sido un magnífico escritor de culebrones en nuestra época, dicho esto con todo el cariño y respeto. O guionista de uno de esos peliculones apasionantes.
En «Esplendor y miserias de las cortesanas» nos cuenta una difícil historia de amor desigual entre una cortesana y un joven advenedizo. La bella Ester, que vive de la prostitución (algo que abunda en las novelas de Balzac) se enamora perdidamente del joven Luciano, guapo de profesión y escritor de afición, carente de escrúpulos y enamorado de su propia persona antes que de cualquier otro ser humano. Dicho así suena simple, pero Balzac se las ingenia para crear una enrevesada trama de espionaje, ambición y manipulación, que mantiene el pulso a la historia de amor que subyace.
Luciano tiene toda la vida por delante, es joven, guapo, inteligente y brillante. Su único problema para convertirse en un Grande de Francia es la falta de fortuna y de un apellido ilustre. El padre Carlos Herrera, personaje siniestro que esconde un oscuro secreto, se cruza en su camino y decide «apadrinarlo» acogiéndolo bajo su protección. Todos los esfuerzos del padre Carlos Herrera se encaminarán hacia el encumbramiento de Luciano dentro de la sociedad parisina, sin pararse en ningún tipo de escrúpulo moral o legal. En un primer momento, el flechazo entre Luciano y Esther supone un problema para los planes del padre Herrera, ya que Luciano carece de status para mantener a una cortesana, y casarse con ella es impensable pues supondría un baldón para su prometedor futuro en la Corte.
Pero el padre Carlos Herrera se las ingeniará para que vivan su amor en secreto y que, mientras tanto, Ester exprima a un viejo banquero que ha quedado prendado de sus encantos ejerciendo su antiguo oficio. ¿Rebuscado? Para nada, real como la vida misma. No hay más que hacer un poco de memoria y encontramos en España la historia repetida hace ya algunos años, retratada en las páginas de las revistas del colorín, con la foto en la portada de los enamorados en el lecho de un hotelito riéndose del paganini de turno. Historias de ayer, hoy y siempre
Para estar seguro de que la bella Ester sigue sus dictados, la mantiene recluida y vigilada por dos fantásticos personajes, Asia y Europa, poseedora cada una de ellas de un pasado que las coloca a merced del padre Herrera y con habilidades mucho más interesantes que la mano en la cocina o la organización doméstica.
Como puede deducirse es una historia de amor, celos, poder, dinero, crimen, engaño y lujo. Los ingredientes ideales para hacer un culebrón.
Lo mejor que he encontrado en la novela además de cómo está escrita, ha sido la historia en sí misma, por lo compleja y apasionante. También los personajes, que aunque son muchos, todos se van haciendo hueco en la memoria para identificarlos con facilidad. Aun así, confieso que en el último tercio del libro, cuando aparecen Camusot, Corentin y Contenson acabé por hacerme un lío, tal vez por la parecida sonoridad de los nombres.
La profundidad con que se retratan los sentimientos más íntimos de Carlos Herrera, del que no quiero adelantar nada porque podría desvelar claves importantes de la trama, es envidiable. Igual ocurre con la ambivalencia de Ester como prostituta y abnegada amante, capaz de llegar a lo más bajo por amor. O con el pusilánime de Luciano.
La manera en cómo se manipula a los personajes, conquistándolos poco a poco, me recordó de forma lejana a Rojo y Negro de Stendhal, cuando Julian Sorell para conquistar el amor de su amada le infunde celos al enviar cartas de amor a otra mujer a la que tiene que conseguir que le corresponda.
Destacan además en la novela las descripciones costumbristas que se convierten en un ensayo sobre la época; algunas demasiado detalladas y asépticas para mi gusto, como las explicaciones sobre el Código Civil y Penal en Francia, la estructura del edificio de la Conserjería que servía como prisión y del Ministerio de Justicia. Pero hay que tener en cuenta que en aquella época la gente no tenía otra forma de conocer esos detalles si no era a través de las descripciones de los libros.
Por ponerle alguna pega, me ha costado leer la parte en que habla el banquero, por la jerga que utiliza, pero no sé si es problema del original o que la traductora se ha excedido al fingir el acento del personaje, haciendo sus diálogos difícilmente comprensibles.
Una gran obra, por su calidad y su extensión, aunque no apta para lectores impacientes o ávidos de acción cada tres páginas. Para que luego digan que los clásicos son aburridos.
Juan Antonio Barros
Escrito a las 20:54h, 08 eneroEl banquero no es polaco sino alsaciano y se supone que habla francés con acento alemán.
Marta Querol
Escrito a las 21:32h, 08 eneroGracias por recordarme esta reseña. Tiene muchísimos años. La verdad es que ahora mismo no recuerdo la nacionalidad del banquero, hace también muchos años que la leí. Lo comprobaré en la edición que tengo en casa. Pero, por si está en lo cierto y erré, elimino la concreción del término para no inducir a otros a error. Gracias de nuevo.