13 Nov David y Goliat en el #diadelaslibrerias
Hay quien se para ante los escaparates de las pastelerías y no puede evitar la tentación de entrar y comprarse algo. Otros sienten atracción fatal por las tiendas de ropa o accesorios. Y otros no pueden evitar entrar en una librería cuando pasan por la puerta. Yo soy de estas. Me gusta recorrer las mesas de novedades, me alegra cuando veo el libro de un amigo bien colocado ―muchas veces hago foto y se la mando, porque sé cómo ilusionan estas cosas cuando no eres un autor sonado―, y casi siempre pico, aunque me freno para evitar que la pila de pendientes me sepulte. Si voy con idea de comprar, lo hago siempre en las librerías de amigos. Me gusta que me cuenten cómo les va, saber si recomiendan algún libro en particular, anécdotas. Lo hacía antes y, ahora en la pandemia, con más motivo. También saben que pueden contar conmigo para lo que necesiten, creo que nunca he dicho que no a un librero cuando me ha propuesto colaborar en algo.
He pasado muchas horas de firmas con ellos, viendo como entran unos y otros, cogen un libro, lo ojean, lo dejan, deambulan… Unos compran, otros no. Pero esto era antes. Ahora no se toca, hay limitación de aforo cuando tienen la suerte de que pueden abrir, y los encierros han dejado en casa a sus clientes habituales. Hubo varias iniciativas chulas durante el confinamiento, en las que participé, para mantener a flote este delicado ecosistema tan necesario como poco valorado por las distintas administraciones. Pero no pueden sobrevivir a golpe de idea genial, aislada. Son esenciales, guardan la riqueza del lenguaje, la sabiduría, el pasado, el presente y el futuro, lo real y lo imaginario, las emociones…; en definitiva, la vida, y su futuro depende de la adaptación a la nueva realidad con acciones permanentes.
Por esto, cuando leí las famosas declaraciones de la alcaldesa de París en las que aconsejaba a la población no comprar libros en Amazon para apoyar a las librerías, fui una más de las que las aplaudió. Ha coincidido ―casi― con la difusión de la plataforma Todostuslibros.com para poder comprar en librerías desde casa y las dos cosas juntas pueden ayudar a pasar este bache, casi precipicio, que están viviendo los libreros. Pero, un nanosegundo después de darle al like y al RT y a todas esas cosas que hacemos de forma casi inconsciente en las redes sociales para mostrar nuestro beneplácito, me dio como un pequeño bajón, como una sensación de tristeza. La iniciativa es de esas que a priori todos vemos bien y además es políticamente correcta, porque Amazon es malo, caca, el ogro abusón, el matón del patio. Y es cierto que se está comiendo a mucho comercio pequeño incapaz de competir con los medios y los precios de este gigante a quien el Coronavirus, no solo no ha frenado, sino que le ha dado gasolina. En general, el grande siempre está mal visto en cualquier ámbito y en el mundo económico se come a muchos pequeños dejando un desierto plagado de cadáveres. Pero, como digo, después de aplaudir estas palabras y de recibir por wasap una avalancha de correos para comprar en Todostuslibros.com y yo compartirlos a mi vez, mi corazoncito de escritora kamikaze se removió. En mi situación actual, sin respaldo editorial, esta afirmación implica casi pedir a los lectores que no me lean. Ni a mí ni a otros muchos. Cada David tiene su Goliat y hay muchos factores que la afirmación bienintencionada de la alcaldesa de París ignora. Los best sellers, las últimas novedades editoriales, los autores premiados respaldados por campañas de publicidad inagotables, los vas a encontrar en todas las librerías. Un clic y a casa. Pero para muchos otros libros vas a necesitar altas dosis de paciencia y muchas ganas de comprarlo para encontrarlo, si es que lo consigues.
El gigante de la distribución tiene muchas cosas malas, pero yo no estaría aquí hoy escribiendo de no ser por él. Más de un premio Planeta, aunque no lo reconozca, tal vez no habría llegado a serlo de no haberse abierto camino a través de la abarrotada selva de Amazon cuando lanzó su plataforma de autopublicación, KDP. Mi periplo por las editoriales «convencionales» lo he contado en Zenda y quién ha leído la serie completa de siete artículos me ha preguntado si eso era posible: hasta la última coma… Los orígenes se olvidan pronto, pero yo los tengo muy presentes, tal vez porque cada día hay algo que me los recuerda, y Amazon está en ellos, para bien y para mal.
A muchos autores les encantaría ser aceptados por una editorial, ver su libro publicado en papel y encontrarlo en las librerías de su barrio. Esto cada día es más inalcanzable y deja las posibilidades muy mermadas para los noveles o para los autores que todavía no son muy conocidos. Sobre la autopublicación también he escrito bastante y si estáis interesados podéis leerlo aquí. Hasta que se creó KDP, la única posibilidad era buscar una imprenta, llevar los libros bajo el brazo y convencer al librero de que lo diera de alta y le hiciera un hueco entre todos esos libros conocidos y demandados que le dan de comer. Cuando Amazon creó su plataforma de publicación, esto cambió. Los autores con las puertas editoriales cerradas vieron el cielo abierto ―aunque cada uno de ellos fuera una gota de agua en la corriente― y, desde entonces, son miles los que suben sus obras al único lugar donde pueden encontrar lectores. Son los pequeñísimos David frente a los Goliat de las grandes editoriales. Escritores que lo mismo han dado al like de no comprar en Amazon porque, como buenos pequeñines, son empáticos y quieren apoyar a las librerías, aunque eso implique que los lectores no los lean. Porque sus libros no los vas a encontrar en Todostuslibros.com salvo milagro.
Yo misma terminé contrato en 2017 y desde entonces me busco la vida por libre. Hace un año tuve la posibilidad de reeditar la saga de los Lamarc con una editorial al uso, de un grupo potente. Me empujó a firmar la ilusión, precisamente, de llegar a las librerías. Un año después se ha deshecho el acuerdo. Las obras merecen un respeto, un cariño ―sonará romántico o poco profesional, pero es como lo siento― y los lectores también. Si no lo van a tener, es mejor no seguir adelante.
No me quejo, me considero una privilegiada. La mayoría de autores independientes no puede aspirar a un anaquel en una librería, ni mucho menos en una gran superficie, y yo he llegado ahí, con mucho esfuerzo y gracias al apoyo de los lectores y la confianza de la distribuidora y algunos libreros. Y a pesar de tener ya un camino recorrido y muchos libros vendidos a cuestas, no hace ni una semana preguntaba a la distribuidora si podía distribuir también mi última obra, El infiltrado y la respuesta ha sido que no.
Si ellos no la llevan, yo solo llego a las cuatro librerías con las que tengo una relación personal y puedo suministrarles los libros directamente. Puedo insistir a los lectores para que no compren en Amazon, genial, pero la probabilidad de que compren un libro mío se queda en una mera anécdota. El literario es un ecosistema complicado, endogámico, dónde es muy difícil entrar y hacerse un hueco. No sé si hay una solución, tal vez recomendar que se compren los best sellers, la venta fácil, en las librerías de barrio, y que no se deje de cotillear en las listas de Amazon los autores poco conocidos, porque muchos esperan allí la oportunidad que el sector les niega y tal vez sean los futuros superventas.
Como digo, tengo la suerte de tener el apoyo de algunas librerías valencianas ―Gaia, Soriano, Berlín, Salamanca― y de alguna amiga como Belén Edreira en Punto e coma, en Galicia, pero incluso así es difícil comprar mis libros a través de la plataforma de venta online de CEGAL. En el mundo del libro hay muchas ligas, y a los jugadores de regional, por muy bien que jueguen, les es difícil sacar cabeza frente a los equipos de primera.
A todos los libreros de verdad, esos que saben de lo que hablan, que conocen a sus clientes y pueden recomendarles lecturas en función de sus gustos, que conocen lo que tienen entre manos para orientar también a los que no conocen, quiero agradecerles su trabajo, su cuidado y amor a los libros, su resistencia a los nuevos tiempos y, en mi caso particular, el apoyo que han dado a mis obras. A las que no los tienen, me brindo a hacerles llegar ejemplares de cualquiera de mis novelas si desean venderlas. Y, a ti lector, te invito a comprar los libros que desees leer, siempre que se pueda, desde una librería de barrio o de Todostuslibros.com. Pero si no lo encuentras y quieres leerlos, no deseches otras vías, porque tal vez el Goliat de unos es el salvador de los pequeños David que escriben.
Feliz #diadelaslibrerias
Enlaces para comprar mis libros a través de Todostuslibros.com
Rafael Lillo
Escrito a las 10:30h, 15 noviembreMagnífica exposición. Puedes con todo
Marta Querol
Escrito a las 11:33h, 15 noviembreMuchas gracias, Rafael. Un abrazo.
María García-Lliberos
Escrito a las 21:04h, 17 noviembreEstoy muy de acuerdo contigo, Marta, lo has explicado muy bien. Apoyo a las librerías, por supuesto, me encantan, pero novelas mías ya descatagoladas solo pueden encontrarse en versión electrónica en Amazon. Es la vía que encontré para mantener vivas «Babas de caracol» o «Como ángeles en un burdel» y alguna otra. Todavía hay lectores que me preguntan cómo conseguirlas. Debemos coger lo positivo de cada opción. Besos.
Marta Querol
Escrito a las 23:50h, 17 noviembreAsí es, María. Escritoras como nosotras que no hemos «reventado» podemos tener mucho recorrido todavía con cualquiera de nuestras novelas. Han gustado a mucha gente y quedan muchos a quienes todavía pueden contestar, pero los lectores no van a encontrarlas en las librerías y ellas ven normal centrarse en las novedades y superventas, priorizar a lo que más beneficio les da. Cada uno mira por lo suyo y es normal, pero no hay que demonizar al resto.
Un abrazo y gracias por comentar. Me encantó Babás de caracol.
Isabel Barceló
Escrito a las 11:02h, 21 noviembre¡Qué cabeza tan bien amueblada tienes, Marta! Has descrito una realidad de la vida que se da en todos los ámbitos, en mi opinión: que en cada uno de nosotros ( y de las organizaciones humanas) viven y coexisten David y Goliat, dos símbolos de una perenne lucha. Un abrazo.
Marta Querol
Escrito a las 13:20h, 21 noviembreAsí es, Isabel. Todo depende de dónde se encuentre cada uno en un momento dado. Un abrazo y gracias por pasarte.