19 Jun Crónica de un Fénix castizo – Parte III
Parte 3. 15 de Junio. La entrevista.
La noche del 14 al 15 de junio apenas pegué ojo, y eso que me reñía forzándome a dormir, pero la adrenalina ―y un par de vecinos gritones― me lo impidió; demasiadas emociones. No era buena forma de ir a una entrevista, pero la ilusión puede con todo y me levanté sin problemas y más despejada de lo previsible.
Calculé con meticulosidad alemana la ruta de metro que tenía que seguir para llegar a ES Radio y el tiempo que me llevaría, y subiendo las escaleras de Juan Esplandiu sonaba mi móvil. Era Nuria Richart, de Es Radio, preguntándome dónde estaba: «Aquí, en la puerta», con hormiguitas en el estómago (eso no se lo dije).
No es fácil que una emisora de ámbito nacional, generalista, y en horario no local, entreviste sobre su novela a una autora novel y poco conocida; y allí estaba yo, viendo a través del cristal del estudio de Es Radio a Luis del Pino, a la espera de que me entrevistara.
Comencé acelerada, nerviosa, los que me conocen me pedían calma por WA, pero a los poco minutos estaba como en casa. La radio es el medio que más me gusta. Hablamos de la novela, del mundo editorial, de la curiosa historia de libro que hace gala a su nombre, de las similitudes del personaje de Elena Lamarc con mi madre, y de lo que quise transmitir en él. Del Pino había captado muy bien la esencia de la novela, y eso satisface cuando te entrevistan.
Podéis escucharla pinchando aquí o yendo al apartado entrevistas de radio del blog donde las encontrarás todas.
Salí del estudio feliz, convencida de que era un paso importante, y lo fue por lo que luego diré.
Antes de irme quise despedirme de Nuria Richart, una joven encantadora que hace el trabajo entre bambalinas en esta emisora, y aun tuvo la paciencia de enseñarme las instalaciones, más grandes de lo que me imaginaba y muy modernas. Me despedí dejándole un libro para Ayanta Barilli que en principio era para un lector con el que había quedado en la Feria, pero allí podría conseguir otro, y siempre tuve la ilusión de que Ayanta lo leyera, ya que entiendo que el prólogo de la novela es una sentida carta de amor a mi madre. Ojalá le llegue, ojalá lo lea, y ojalá le guste.
Parte 4 La Feria
Me quedaba un ratito hasta la hora en que había quedado en la Feria, las doce ―en un principio no tenía horario de firma y algunos lectores me comentaron que tenían la novela y no podían acercarse a la presentación por lo que quedé con ellos por la mañana―, y aproveché para sentarme en el banquito de la parada del autobús y digerir la experiencia, además de la fruta que mi tía Gloria, como una madre, me había preparado para llevarme.
Llegué a las 11:30 y lo primero que hice fue acercarme a la caseta de Ediciones B a reponer el libro que había dejado. Era mi primer paseo por la Feria, y la alegría se mezcló con la pena de ver las diferencias evidentes con nuestra mini feria valenciana. Me pareció interminable. De regreso hacia la puerta me encontré con el bueno de Javier Pellicer camino de la caseta de Pamies donde estaría firmando. Qué alegría da en esas ocasiones encontrarse con compañeros conocidos, más cuando son como el bueno de Javier.
A las 12:00 estaba en la puerta. El primero en llegar, puntualísimo, fue Javier Dols. Dimos un paseo por la Feria esquivando a los muchos visitantes que desafiaban el calor bochornoso del mediodía madrileño, compró un libro de cocina y buscamos un sitio donde sentarnos mientras esperaba a los dos que faltaban. De pronto, alguien me para: «¿Eres Marta Querol?» Oui, c’est moi, podría haber contestado, como en los anuncios cursis de perfume. Pero no, con cara de pasmo dije sí y pregunté quién era él. Era Juan José Colomer ―músico, compositor y fundador del Valencia Cultural Point, centro de reunión de valencianos en Los Ángeles, e visita en Madrid por el estreno de su obra «Sorolla» encargada por el Ballet Nacional de España―, con el que había quedado para hacerle entrega de un ejemplar con el que empezar a movilizar la actividad literaria en su centro cultural de Los Ángeles. Fue un milagro que nos encontráramos porque la Feria estaba a reventar y él se dirigía a la caseta de información para ver cómo localizarme porque había perdido mi teléfono. Mantuvimos los tres una agradable charla a la espera de algún otro lector hasta que Juan J. Colomer se despidió de nosotros dejándome impresionada con su bagaje profesional y su encanto personal. La magia de la novela me había hecho conocer a una persona fascinante y con una carrera asombrosa.
Y no fue la única. Fue una preciosa mañana en la que también conocí más de cerca a uno de esos «amigos» de Facebook que me transmitía mucha energía positiva desde su perfil y que superó las expectativas al tratarlo de cerca, Javier Dols. Aún me encontré con un par de lectores más, y volví a casa tan feliz como había salido.
A esas horas un WA me avisaba que «El final del ave Fénix» había entrado en el Top100 de Amazon, tras muchos meses fuera de él desde que perdiera el acumulado de ventas por cambiar de referencia al firmar con Ediciones B.
De la tarde tengo poco que contar, llegué a las 6 con la expectativa de quedarme hasta las 8 por un mal entendido, pero en realidad solo pudo ser hasta las 7 porque a esa hora llegaba otro autor. No pasa nada, mi objetivo estaba cumplido. Hasta ese momento fue sorprendente ver cómo llegaba gente que había escuchado la entrevista en el programa de Luis del Pino para comprar la novela. Y también fue sorprendente ver cómo la novela iba subiendo en las listas de Amazon hasta entrar de llegar al 37 en el Top100 general y el 9 en Ficción Contemporánea.
Al día siguiente en el tren me sentí plena. Lo había conseguido, había salido todo bien, organizado en tiempo record y, como siempre, gracias a la ayuda de toda esa gente buena que me ha traído mi carrera literaria.
Sólo me queda dar las gracias a todos los que han hecho esto posible y esperar que este gran empujón haga volar más alto a mi ave Fénix:
Gracias a Luis del Pino, si no me hubiera leído e invitado a su programa tal vez nada de esto habría pasado. A María Vicenta Porcar, por su apoyo incondicional y su esfuerzo para organizarlo todo. A Luisa Gavasa, María Luisa San José, Virginia Yagüe, por brindarse a leer las escenas y darle una categoría al acto difícil de soñar. A Café Molar por sus esfuerzos para que todo estuviera a punto y su buena disposición. A mi familia, lectores y amigos que siempre me dan fuerzas para no rendirme. Y a Ediciones B que me invitó a firmar en su caseta y sin los que nada de esto sería posible.
Ahora, a seguir currando, porque esto no se ha acabado.
No hay comentarios