31 Dic Adios 2014
Qué año más difícil para hacer balance, ha sido intensamente bueno e intensamente malo. Supongo que eso deja el año en tablas, pero lo potente de algunos sentimientos tal vez haya desnivelado la balanza hacia lo no tan bueno. Ha sido un año de hitos, de puntos de inflexión, de cambios radicales.
En lo literario el año comenzó bien. Mi segunda novela veía la luz el 22 de enero con una presentación en el Ateneo Mercantil que dejaba un regusto dulce, a recompensa, a trabajo bien hecho. Me acompañaban casi todas las personas que más quiero y qué más me quieren, y me refiero en particular de esas amigas que se han convertido en mi segunda familia. Como yo, otras compañeras ―hablo en femenino porque eran todas escritoras― también sacaban libro y una de las cosas más gratas fue poder compartir con alguna ese momento especial de su puesta de largo. Pero tanto para ellas como para mí se abría un camino difícil, de mucho trabajo y escaso apoyo organizativo, ―porque, eso sí, el de los lectores no nos ha faltado nunca―, y algún que otro disgusto.
Mientras Las guerras de Elena seguía su camino, mi tercera novela ―que aún no tenía su título definitivo― iba recibiendo comentarios emocionados de los lectores cero y algunas aportaciones valiosísimas. Aunque la revisión definitiva, la imprescindible, la que pondría la guinda a YQTTQ, no llegaría hasta verano, de la mano de un gran escritor y mejor amigo al que debo mucho. Y también a final de verano tuve una de las mejores novedades literarias, la firma de mi contrato con la Agencia Página 3. Nunca soñé con estar presente en la Feria de Frankfurt o Guadalajara y de la mano de Piluca Vera allí han estado mis obras y espero que el viaje fructifique en buenas noticias en 2015 y que YQTTQ vea la luz.
También participé en la antología Del Loco al Mundo con mis compañeros ―además de amigos― de El Cuaderno Rojo, un proyecto solidario a beneficio de ACEN que podéis comprar a través de su página y ayudar con ello a la formación de niños con parálisis cerebral. Toda una experiencia en la que aprendí mucho y nos ayudó a conocernos mejor.
En lo personal, como he visto en el muro de Facebook de otra amiga escritora, ha sido una montaña rusa. He tocado el cielo y el infierno. El año comenzó tenso y desagradable. Lo que parecía que no iba a suponer un problema, lo fue, largo y tortuoso. Me costó horas de insomnio, de estudiar, de buscar en los archivos. Manguitos y visera para lo que no habría hecho ninguna falta. A la vez que otros problemas, que afectaban a la buena marcha de la casa, se enquistaban y consumían buena parte de mi energía. En cierta forma ha sido un año vampírico, agotador, en el que iba perdiendo fuerza por un lado y me esforzaba por recuperarla por otro.
En mayo se produjo uno de esos puntos de inflexión, aunque entonces no lo supiera. Participé en la Feria del Libro, por primera vez invitada a la caseta de organización y compartí una tarde muy especial con una escritora a la que admiro tanto por sus letras como por su persona, Marta Rivera de la Cruz. Y por esas casualidades que tiene la vida, tal vez no tan casuales, ese día comenzó un cambio personal.
Ha sido un año de conocer gente interesante, de profundizar, de conocerme mejor, de hacer daño sin querer y cargar con ese peso que tanto cuesta llevar, de que me lo hagan a mí y tras el dolor quedar agradecida por ello. También de lanzarme a piscinas sin pensarlo mucho, y de, por una vez, hacer lo que me ha dado la gana ―algo que me suena fatal y no tendría por qué―. De lo personal poco más me atrevo a contar sin meterme en jardines de los que no podría salir.
Lo que sí puedo decir es que esperaba un año mucho más tranquilo, un año de calma y de avanzar sin sobresaltos, y si me descuido se me lleva por delante. Así que para 2015 no aventuro nada, dejaré que me sorprenda y me prepararé para lidiar con lo que venga, porque con lo que llevo sembrado la cosecha va a ser curiosa.
Feliz 2015 a todos y que sigamos leyéndonos.
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