09 Nov Próxima parada: Guadalajara (México)

Sigo viva. En la oscuridad, pero viva. Leo mucho, trabajo, escribo (poco) y cada día me pongo metas que no cumplo. Entre ellas, volver a escribir en mi blog. No sé las veces que lo he pospuesto. En el camino se ha quedado la crónica de mi viaje a la India, reflexiones, alegrías, penas… Pero por fin he roto la maldición. Espero romper pronto también la de las vídeo reseñas.

Escribir ha sido mi vida durante los últimos 17 años. Se dice pronto. Cinco novelas, un libro de relatos, muchísimos artículos, conferencias, colaboración en certámenes, firmas, ferias, clubs de lectura… Ha cundido. A mí me parece poco, dado el tiempo transcurrido, pero cuando hablo con otros parece que hubiera escalado el Everest. Puede que sea así y haya llegado a una cima, aunque mucho más humilde y diminuta de lo que parece desde fuera, porque algo de oxígeno falta y el aire está enrarecido. Anoxia, como la novela que estoy leyendo de Miguel Ángel Hernández y que pronto comentaré con el autor y con Rosa Montero en el GolemFest.

Rosa Montero… Mucho me dio que pensar El peligro de estar cuerda, que también comentaremos en la misma charla, el 18 de noviembre. Hay párrafos que parece que hubiera trepanado mi cerebro para escribirlos, tras pasearse por sus volutas y meandros. Me alegrará volver a verla, y confío en que los infiltrados no hayan hecho mucho daño.

Llevo desde julio de 2021 metida en un túnel del que salgo en contadas ocasiones, aunque algunas tengan mucha visibilidad, y mi presencia en redes sociales se ha reducido a la mínima expresión. No ha sido una decisión sino una necesidad. He luchado contra esa necesidad, con poco éxito. Pero de un mes a esta parte la conjunción planetaria se empeña en empujarme a salir de la cueva y atisbo un puntito de luz al final, aunque igual en vez de una salida  es un tren y acaba por arrollarme.

En noviembre, al margen de mi trabajo habitual y del Club de Lectura de la AECC que coordino (y al que animo a pacientes y familiares a unirse si les gusta leer y están en Valencia), modero dos mesas redondas muy distintas e interesantes. Por un lado, la que ya he comentado con Rosa Montero y Miguel Ángel Hernández en el Golem Fest, la mañana del 18. Por otro, una mesa de editores en el festival de novela romántica ROMA, esa misma tarde del 18 de noviembre, en el Casino Cirsa. A veces me pregunto por qué no se ponen de acuerdo los organizadores para no coincidir, porque algunos lectores iríamos a todo y así es imposible, pero imagino que sus razones habrá y hay público para todo.

Pero, con todo, lo que más hormigas ha hecho correr por mi estómago este noviembre es mi próxima asistencia a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Siempre la tuve como un referente, como la feria literaria más importante del mundo en español, y jamás imaginé poner un pie en ella. Queda poco para el viaje y muchas cosas que preparar. Mis libros en México han corrido muchas aventuras. Desde ser lectura recomendada en la UNAM mi primera novela, El final del ave Fénix, a hacerse una versión adaptada a los modismos locales de Yo, que tanto te quiero; pasando por la anécdota del Chapo que muchos conocen y que no comentaré. ¿Qué deparará este viaje? No lo sé. El infiltrado es una novela que puede gustar allí por el tratamiento original que hago de la muerte y porque los temas que trata son universales. A la vuelta, os lo cuento. Prometido.

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