In dubio pro reo

El 24 de enero se cumplían 3 años del asesinato y desaparición de Marta del Castillo. La familia había convocado una manifestación en Sevilla y concentraciones en el resto de ciudades de España. Cada uno puede tener sus razones para acudir o no a un llamamiento como este y yo tenía las mías que eran bastante primarias.

Mientras me peinaba antes de salir hacia la plaza del Ayuntamiento, pensaba en eso que se dice de que lo peor que le puede pasar a un ser humano es perder a un hijo. No estamos preparados para asumir algo así, no es ley de vida.

Pero incluso en un dolor tan inasumible hay grados. Lo peor que puede pasarle a un ser humano es lo que le ha pasado a los padres de Marta, porque a la pérdida del hijo se une el sufrimiento por la forma de morir, asesinada, la incapacidad para comprender porqué le han hecho esto, el horror ante la violencia injustificada contra ese ser querido y la imposibilidad de despedirse de ella, de darle sepultura y pasar ese amargo trago para comenzar el camino del duelo necesario y minimamente sanador para poder así continuar con unas vidas que nunca volverán a ser lo mismo. Eso pensaba mientras me preparaba para ir.

Ante algo así, solo queda el mínimo consuelo, la mínima esperanza, de ver que uno no está solo en su dolor y de sentirse protegido por las leyes, que el sistema funcione aunque sea tarde para hacer justicia y que haya un castigo proporcional al mal infligido. Y esto también se les ha negado.

No se trata de poner en cuestión el principio de «in dibuo pro reo», pero no puede favorecerse el que esa duda la provoque el acusado mintiendo sistemáticamente sin que ello tenga consecuencias en la sentencia. Uno podrá no declarar en su contra y acogerse a su derecho de guardar silencio para no incriminarse; pero no es de recibo que mentir reiteradamente y de forma evidente esté admitido como una forma de defensa aceptada sin que suponga un agravante en la sentencia, no tiene sentido. Los testigos pueden cometer delito de falso testimonio, el acusado no. Y así hemos visto como un chavalín se ha burlado de jueces y policía cambiando hasta ocho veces la versión de los hechos, alguna de esas versiones realmente sádica y cruel para con la familia aunque los jueces no hayan lo hayan encontrado motivo suficiente como para considerarlo daño moral. Si lo lógico es que las leyes jueguen a favor de las víctimas y que se esclarezca la verdad de lo ocurrido con el fin último de dictar una sentencia justa, eso no debería permitirse como sistema para crear una duda razonable y obtener una condena menor.

Pero esa no es la finalidad de nuestra legislación, me ha quedado claro al leer lo que dicen los señores magistrados en esta sentencia (y copio textual): tenían por norte la tutela de los derechos fundamentales de los acusados, en especial la presunción de inocencia. ¿Ese era el norte? Me he quedado con la sensación de que algo falla, de que eso es una perversión del concepto, porque ese no puede ser el norte de un juez. El norte u objetivo, la prioridad, y esto es una opinión muy personal con la que no hay por qué estar de acuerdo, pensaba yo que era hacer justicia basándose en las pruebas, aunque por supuesto dentro del marco de «in dubio pro reo». Casi 30 folios han dedicado a explicar esto –pesimamente redactados y plagados de faltas de ortografía-, y me ha quedado claro. Al final la sentencia es la que es y hay que aceptarla, aunque leyéndola te queda la sensación de que con otros jueces podría haber sido diferente así que habrá que esperar al resultado del recurso.

Lo dijo el padre de Marta del Castillo, cuando la prioridad del sistema es proteger al delincuente, aunque sea presunto, el sistema está mal. Cuando una sentencia produce en unos y otros una desagradable sensación de indefensión o impunidad, algo ha fallado. Y a los ciudadanos no nos queda más arma que salir a la calle y expresar nuestro disgusto, nuestro dolor. Al menos para que sea noticia durante unos minutos pocos, muchos menos que otras manifestaciones colectivas menos numerosas y más politizadas, y que alguien piense que hay que hacer algo para mejorar el sistema.

Hace tiempo escribí un artículo sobre este tema titulado «Ni en frío ni en caliente«. Por fin debemos haber llegado a la temperatura ideal porque por una vez parece que las voces, no solo de ahora sino de otros muchos que sufrieron antes situaciones similares, van a ser escuchadas y el sistema se va a reformar.

Esperemos que esos cambios vayan en la dirección de una mayor sensibilidad con las víctimas y en pro de la protección del ciudadano y no de sus agresores.

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