30 Dic Good bye 2011
Se acaba el año y, con franqueza, si escribo lo que me pide el cuerpo os pringo a todos. Así que contendré mis impulsos e intentaré hacer un balance más o menos positivo. No soy amiga de airear temas personales, pero solo diré que no ha sido el mejor año de mi vida. Tampoco el peor, que a estas alturas ya he pasado mucho, pero sí lo suficientemente malo como para que permanezca en la memoria a pesar de lo que me gustaría olvidarlo.
Por otro lado me ha ayudado a conocerme mejor, a saber que no puedes opinar de nada con firmeza porque las circunstancias malean la materia y la mente produciendo cambios que no imaginabas, y cosas que no aceptaba he descubierto que me parecen lógicas a la vista de lo que me rodea, incluso necesarias. Siempre tuve claro que nada es blanco ni negro, y que la escala de grises es infinita, y tal vez eso haga mi alma más dúctil, para bien o para mal.
El año ha acabado como empezó, con la pérdida de un amigo. Cuándo acumulas años acumulas funerales, la alegría se va minando y como escribí en su día, esas pérdidas no son remplazables. Ni siquiera el orgullo de ser la mantenedora de la Fallera Mayor Infantil de Valencia ―algo que, explico para los que no conozcan la fiesta de las Fallas, es un honor y un privilegio en esta ciudad― consiguió aplazar la tristeza de aquella semana de sentimientos dolorosos e intensos.
En lo literario, 2011 comenzó entre la esperanza y el escepticismo. En marzo del año anterior había firmado con la Editorial Aladena, un milagro que me hizo recobrar la ilusión después de lo sucedido con la edición anterior de El final del ave Fénix, y en octubre salió de nuevo publicada. Pero para enero ya empezaba a barruntar que las cosas no estaban funcionando como era de esperar. Pasamos la Navidad sin apenas distribución y ninguna promoción, y en el primer trimestre tuvimos la certeza (hablo en plural porque no fui la única afectada) de que todo el trabajo estaba por hacer y para muchos se nos había pasado la oportunidad de posicionarnos en el mercado, ya que un libro con tres meses ya es viejo. Me centré en la corrección de mi segunda novela y confié ―y confío― en que los nuevos aires que llegaron a la editorial en verano mejoren el futuro de tantos buenos libros que quedaron en el dique seco.
De esta experiencia surgió la decisión de lanzarme al mundo digital, tal vez una de las cosas que más satisfacciones me ha dado este año. El verano fue duro, corrigiendo a la vez las dos novelas y con la tercera empezada, quería que ambas estuvieran lo mejor posible. Pero la emoción que sentí en el momento en que hice «clic» para subir El final del ave Fénix a Amazon mereció la pena. Fue una emoción infantil y la sensación de poder que le siguió un poco tonta. Pero después de todo lo pasado, conocer al segundo las ventas, fijar tú mismo el precio, hacer ofertas y en definitiva controlar el proceso fue un cambio muy agradable. Habrá que ver qué futuro depara el 2012.
También ha sido el año en que por fin he firmado con una Agente, una de las mejores cosas que me han pasado en 2011 aunque no sea de las «rich&famous». Y no lo digo por lo literario, que de momento está trabajando mucho pero es pronto y aún no hay frutos, sino por lo personal. En Virginia he encontrado una amiga, alguien junto a quien caminar, un hombro en el que apoyarme, alguien con quien compartir mucho más que porcentajes y cuya amistad espero conservar muchos años, consigamos o no que Las guerras de Elena llegue a publicarse en una editorial. Algo que, una vez «amazonizada», me preocupa menos de lo que me preocupaba hace unos meses ya que si no se publica por un lado, ahora sé que saldrá por otro.
Como las cosas van encadenadas, la subida de la novela a Amazon y los consejos de Virginia me hicieron aterrizar en Twitter. Al principio iba perdida, desorientada y no había forma de dar una a derechas. Recuerdo una ¿conversación? con Pérez-Reverte en que acabé hablando con otro twittero tan perdido como yo en medio de un diálogo de besugos en el bar de Lola. Pero poco a poco le fui cogiendo el tranquillo y ahora ya domino la jerga y sus mecanismos (al menos los más sencillos), y no solo me gusta y me interesa lo que leo, sino que he podido comunicarme con nuevos lectores y gracias a los consejos ―y una larguísima conversación― con uno de ellos (@eduamol) me empeñé en la tarea de rediseñar mi web además de hacer otra separada para la novela y creo que el resultado ha merecido la pena. Y también gracias a twitter y prestigiosos tuiteros me he quitado la vergüenza congénita que sentía al publicitar mi propia obra. Escritoras como Blanca Miosi o el omnipresente y todopoderoso PedroJ. Ramírez me enseñaron que esto hay que currárselo y olvidar los rubores. Si ellos que están ya ahí arriba lo hacían, yo que era una pulga en el desierto con más motivo, porque lo que no hagas tú por ti no puedes esperar que lo haga nadie, siempre eso sí dentro de los límites de la ética y el respeto. Y ahí estoy, promocionando una novela en la que creo y a la que le tengo un cariño muy especial por motivos que no escapan a nadie que la haya leído.
Precisamente tuiteando con Pedro J. Ramírez, que es un hombre más asequible y cercano de lo que se podría pensar, me surgió una de las propuestas más chocantes de mi carrera literaria, cambiarme su libro por el mío y así lo hicimos. Una anécdota para recordar que a mi madre le habría encantado.
No todo ha sido bueno en Twitter. He observado cómo algunos «compañeros» (pocos) que eran muy simpáticos, cambiaron cuando me vieron en Amazon y desde entonces unos me ignoran y algún otro cada vez que se me acercan es para meterme el dedo en el ojo aunque sea con disimulo. Pero eso pasa en todas partes y por fortuna son los menos, porque la cadena de solidaridad entre escritores en el medio digital es grande y nos seguimos y RT con cariño . En cuanto a los que no, yo sigo y seguiré a la mía, esto es, aunque sea del género tonto, seguir apoyándoles mientras crea que su obra lo merece.
He conocido también gente maravillosa, que se vuelca con los demás, generosa hasta sacarte los colores y de la que te apoyan con todo su ser sin esperar nada a cambio, gente mágica y especial con la que conectas y termina formando parte de tu mundo real aunque vengan del virtual. A estos mi agradecimiento también, no los nombro pero ellos saben quienes son porque se lo he dicho. Esas cosas hay que decirlas.
Y ahora solo espero que en 2012 siga acompañada de tanta buena gente, que aquello que me tiene la mente atada y los dedos encogidos quede atrás como un mal sueño, y que la situación sea mejor para todos aunque los vientos que soplan este día 30 no parecen traer mucho bueno.
Feliz 2012 a todos.
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