16 Jun Crónica de un Fénix castizo – Parte I
Para un autor novel, presentar o firmar en Madrid viene a ser como para un torero debutar en las Ventas. Una emoción parecida sentí yo el viernes cuando subí en el AVE para dirigirme a la capital. Lo había intentado en alguna ocasión y se suponía que entre noviembre de 2012 y febrero de 2013 se iba a hacer algo allí, pero la realidad fue que por causas ajenas a mi voluntad y de forma inesperada me quedé en tierra, y pasado el tiempo me convencí, me convencieron, de que ese tren ya había pasado, al menos con «El final del ave Fénix».
Parte I: Los preparativos
El viaje surgió, como muchas cosas buenas en esta vida, sin esperarlo ni forzarlo. Un buen día amanecí con la sorpresa de que el periodista Luis del Pino ―a quien sigo (y me sigue) en twitter―, me informaba en un mensaje privado de su interés por mi novela: había leído muy buenos comentarios sobre ella y quería leerla. Una siempre piensa que esas cosas no pasan, por lo menos a uno mismo, pero ahí estaba. Me faltó tiempo para informar a la editorial y ellos le enviaron el libro. A las dos semanas me informaba de que ya la había leído, le parecía «buenísima» y quería entrevistarme en su programa. ¡Como para pensárselo! Por supuesto que iba a ir, y además ese fin de semana comenzaba la Feria del Libro de Madrid.
Mi mente comenzó a bullir. ¿Y si aprovechara para organizar la presentación que nunca hice? ¿Y si consiguiera firmar en la Feria? ¿Y si…? Qué bonito es soñar y sentirse capaz de trabajar por conseguir lo soñado. Y eso hice. No fue fácil, quedaban dos semanas para la fecha que al final cerramos para la entrevista en el programa Sin complejos, y preparar una presentación (buscar un sitio que no esté comprometido, encontrar quién te presente, avisar a los interesados…) en ese tiempo se me antojaba difícil. Pero no imposible. Y más cuando tienes hadas madrinas que se encargan de mover los hilos entre bastidores, unas aquí, y otras en alguna estrella perdida.
Mientras yo contactaba con todos los locales de los que tenía noticia, Santi Porcar hablaba con sus amistades de Madrid para organizar un acto «de los suyos». Los que la conocen o han asistido a alguno de ellos saben a lo que me refiero. No hay nadie igual, ni de generoso ni de capaz para algo así.
De los locales a los que escribí muchos no contestaron ―señores, cuesta poco dar una respuesta aunque sea negativa, pero está feo ignorar una petición de información―. Otros, como La Central, Tipos Infames, o La buena vida me contestaron muy amables, y se lo agradezco de corazón, porque cuando organizas algo con tan poco tiempo las esperas desesperan y ellos contestaron en seguida; pero no podía ser en la fecha necesitada. Al fin fue Café Molar quien me dio fecha, el 14 de junio, para poder presentar. Antonio, Kika, y Raquel, encantadores, se pusieron a ello, pero como las cosas nunca son fáciles, resultó que no encontraban libros en las distribuidoras con las que trabajaban.
Lunes, 10 de junio, 11:00 am, no hay libros. Billetes sacados, invitación hecha sin enviar a la espera de noticias, presentadoras comprometidas (Luisa Gavasa y María Vicenta Porcar)… y no hay libros.
Tensión, incredulidad, no puede ser, esto lo soluciono como sea, si hace falta me los llevo desde Valencia… Respira hondo, no pasa nada, al menos la entrevista está concertada y siempre vale la pena visitar Madrid.
De pronto un correo, la editorial puede facilitar los libros a tiempo, contacto hecho y problema solucionado. Y la maquinaria empezó a rodar, las invitaciones a volar y esa sensación de que todo va a salir bien se adueñó de mí.
Conforme pasaban los días Maria Vicenta me iba sorprendiendo con la gente que confirmaba su asistencia: Luisa Gavasa ―leería una escena―, María Luisa San José ―se ofreció a leer otra―, Ana Turpin, Virginia Yagüe, Pablo Tobías, Guillermina Royo-
Sólo faltaba conseguir firmar en la Feria. Estaba difícil, las firmas ya estaban organizadas y los horarios asignados, antes de saber siquiera que yo iría a Madrid, pero al final la editorial pudo hacerme un hueco entre tanto autor de nombre como tenían comprometido en las casetas, incluida la de Ediciones B, pero me confirmaron que podría estar el sábado, de 18:00 a 20:00. Todas las piezas habían encajado pero, para mí desgracia, la artífice de gran parte de esta magia cayó enferma y me comunicó esa misma mañana que no me podría acompañar como era su deseo. María Vicenta era baja. Como siempre que me pasaba algo muy bueno, algo no tan bueno venía a enturbiarlo.
No hay comentarios