Cómo se fabrica un best seller

Cuando entramos en una librería y seleccionamos un libro creemos erróneamente que la elección es nuestra, cuando en realidad nos han ido dirigiendo los pasos desde antes incluso de entrar en la librería. Para empezar, a la vista solo encontraremos determinados libros de determinadas editoriales, rara vez se colará alguna novedad minoritaria y pocos lectores se pierden por los anaqueles preñados de títulos. La gran mayoría de público no pasará de ahí, de dar vueltas por esas mesas con un surtido de pasteles por lo general lo bastante apetecible como para no buscar más allá teniendo en cuenta lo ajustado del presupuesto. Pero eso no es suficiente para que un libro se convierta en Best Seller y dé la campanada, sobre todo cuando el autor es un perfecto desconocido.
Ese proceso de meter por los ojos un título empieza mucho antes y de una forma casi subliminal. Llevo tiempo siguiéndole la pista al libro que por razones obvias será el nuevo best seller de este año, aun tratándose de un autor novel, y es algo que me alegra enormemente porque demuestra que las editoriales, algunas, arriesgan a muerte al menos con una novela al año, y se atreven a echar el resto esperando acertar sacando del olvido a un nuevo talento. E imagino que es la única forma en que pueden atreverse a publicar un novel, empujando las ventas desde antes de que llegue a las librerías con una campaña bien armada o el libro no llegará a ninguna parte entre tanta estrella consagrada que goza de similares beneficios publicitarios además de su propio nombre.

El libro al que me refiero ha salido recientemente pero semanas antes de que apareciera físicamente en ninguna librería ya estaba en todos los catálogos de los principales puntos de venta de libros de este país, lo cual, tratándose de un total desconocido es muy meritorio. Además, escritores de renombre y de la misma editorial publicaban reseñas sobresalientes sobre ella en los medios más sonoros cuando aún había sido presentada ―pero ya faltaba poco―. La misma mañana que llegó a las librerías escuché en varias emisoras comentarios halagüeños sobre la obra aunque sin demasiados detalles, pero ya se reconocía título, autor y que era estupenda; y el autor iba de programa en programa, incluso participaba como moderador de tertulias literarias. La campaña ha sido discretamente brutal, y espero que efectiva. Efectiva ya lo está siendo, no tanto como se publicó ―dijeron que había vendido a los tres días de salir 20.000 ejemplares, porque entre otras cosas en España en 3 días no se venden 20.000 ejemplares ni sumando todos los títulos incluidos los de texto, pero desde luego se han puesto las piedras para edificar el best seller del que ya se empieza hablar.
Muestras reales de la efectividad de la campaña, más que esas cifras absurdas que son parte de la misma, es que de la noche a la mañana muchos lectores ya hablaban de la novela y algunos se vanagloriaban en foros literarios de haber conseguido un ejemplar como si fuera un manuscrito raro del Quijote escrito de puño y letra del mismísimo Cervantes que nadie más podría conseguir. Repito, hablo de un autor totalmente desconocido hasta ese momento.

Yo estoy decidida a leerla, no escapo a ese influjo, pero mis razones son un poco diferentes a otros que no han analizado el proceso sucumbiendo directamente a la envolvente tejida por la editorial sin ser conscientes de ello. Yo la leeré porque estoy convencida de que si una editorial se ha embarcado en tamaña aventura con un autor novel, es porque la novela tiene madera, y al menos se merece que la apoyemos sin fisuras para que las editoriales sigan apostando por nuevos valores, como lo han hecho en este caso.


Ojalá cunda el ejemplo y sean muchos los que sigan esa senda.


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