Marta Querol, escritora

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Carta a don Inaguantable

Su obra > Relatos

Estimado Sr. Campbell:
Llevo días dudando si escribirle, y al final me he decidido a plasmar en papel lo que llevo tiempo pensando sin atreverme a decírselo.
Espero que no se lo tome a mal, pero necesitaba aclárale un par de cosas y como nunca me deja hablar (en realidad no deja hablar a nadie), lo mejor es ponerlas negro sobre blanco y que lo lea sin interrupciones.
Por más que esté convencido de ello, no es usted la pera limonera, ni siquiera una perita de agua, es usted un pesado incapaz de hilvanar dos frases sin decir una tontería incomprensible y que mejor estaría completando cuadernillos de Rubio.
Lo que considera gracioso, las más de las veces es impertinente, cuando no grosero, y el silencio que recibe en respuesta no es por admiración como parece creer al hinchar pecho y sonreír con satisfacción, sino por desprecio y, en el caso de algunos, por miedo.
Quiero pensar que no es su intención resultar tan cargante, o tal vez sí lo sea, pero el caso es que me dan igual sus motivaciones, simplemente me cansa y ya no lo soporto más. Aparece un día, y otro día, y otro más, siempre con el mismo tono de sobrao, de sabelotodo descendiendo a la Tierra, para soltar sus cuatro tonterías de siempre, y yo como los demás hago como que le sigo en sus disertaciones y que no percibo los comentarios fuera de tono. Pero me cansé porque todo tiene un límite y usted sobrepasó el mío hace tiempo. Se lo diré con claridad, que sé que a veces le cuesta entender las cosas: NO HAY QUIEN LE AGUANTE.
Ahora no intente identificar la letra porque no he escrito esta carta con las impresoras de trabajo. Tampoco pregunte si alguien sabe quién la escribió, porque todos lo negarán: solo uno/a es el autor y me he cuidado mucho de comentarlo con nadie, aunque sospecho que podría firmarla el departamento entero. Lo único que siento es que no va conmigo la cobardía de enviar anónimos, pero comprenderá que siendo usted el jefe de este multitudinario departamento y con la crisis que nos acompaña no me voy a jugar el puesto.
Solo es el desahogo que me ha impuesto mi terapeuta para retomar las riendas de mi vida y del que ya empiezo a notar sus efectos beneficiosos conforme termino de escribirle.
Sin otro particular, y agradeciendo su atención, le deseo que pase un buen día.
Un empleado/a anónimo/a

 
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